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8 de marzo de 2009

Por la igualdad plena


El 8 de marzo celebramos el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. El origen de esta fecha se remonta a 1857 cuando en Nueva York hubo una marcha de mujeres trabajadoras en protesta por las duras condiciones de trabajo. El 8 de marzo de 1977 las Naciones Unidas declaró “El Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras” y desde entonces lo venimos celebrando.



32 años después sigue siendo necesario la celebración de este día, dada la persistente desigualdad entre hombres y mujeres, dadas las menores tasas de actividad y ocupación, mayor desempleo, mayor temporalidad, segregación laboral y una más que evidente discriminación salarial (en la Región de Murcia, las mujeres cobran un 30% menos de salario por realizar el mismo trabajo).



En 2007, un gobierno progresista, el gobierno de Zapatero, redactó y aprobó la “Ley para la Igualdad efectiva de mujeres y hombres” que incorporó derechos, como el permiso de paternidad, permisos de lactancia, prestaciones por maternidad, entre otros muchos…



Aún es poco. La igualdad entre hombres y mujeres no es aún ni real ni efectiva, queda aún un largo camino, que avanza lentamente, paso a paso, piedra a piedra, pero es un camino que se ha de recorrer hasta su término, hasta ese momento, espero que no utópico, en el que no sea necesario el que celebremos un día como este.



Unido a esto, todos y digo bien, todos, debemos trabajar para eliminar esa terrible lacra social como es la violencia contra las mujeres, acto vil y cobarde, donde son necesarias más actuaciones en todos los ámbitos, a nivel estatal, regional y local, para evitar, reitero, entre todos, que no se repitan números como los del pasado año 2008, en el que fueron asesinadas 70 mujeres y 13 niños. Terrible.



Cifras como estas no se pueden consentir. Son un insulto para todos. Yo personalmente me siento avergonzado. Debemos concienciarnos todos y nosotros los hombres no nos podemos convertir en crueles verdugos (perdón por la generalización) y por eso aplaudo cualquier medida que se lleva a cabo para ponerle fin, como la tomada por el Tribunal Constitucional que avala que sea considerado delito las amenazas leves a mujeres por parte de sus parejas. Debemos acabar el problema desde la misma raíz.



Reitero que todas las medidas son pocas, pero no nos podemos poner una venda y no ver la cruda realidad que nos dice que el Gobierno Regional del Sr. Valcárcel incumple la Ley de Igualdad. Casi dos años después de aprobarse la Ley de Igualdad y de protección contra la violencia de género en nuestra región aún no se ha aprobado un Plan General de Igualdad tal y como marca la Ley. El Gobierno de Valcárcel tampoco ha realizado actuaciones dirigidas a incrementar la elaboración y aprobación en los Ayuntamientos de Planes Municipales de Igualdad, como tampoco se ha realizado la elaboración de un III Plan de Acciones contra la violencia hacía las Mujeres ya que el que existe terminó su vigencia en el año 2005 y el también retraso de la puesta en marcha del Fondo Económico de Emergencia para atender necesidades inmediatas de víctimas de la violencia de género ¿Estará Karabatic en ello?



Todos debemos sumarnos a la celebración de este día, dado, que aún hoy por todos los motivos expuestos es un día de obligado cumplimiento como recordatorio general.



Son necesarios muchos cambios con el fin de que la sociedad sea cada vez más igualitaria entre ambos sexos de tal modo que se equipare tanto la responsabilidad y derechos personales, profesionales y sociales. Es necesaria una sociedad más justa y libre donde la igualdad entre las personas sea una vía para mejorarla.



Por todo ello reivindico y os animo a uniros a mi petición para que se lleven a cabo los cambios oportunos para que se llegue a una total y absoluta equiparación de las condiciones económicas, laborales y sociales de las mujeres.



Para finalizar: Ante la violencia machista, tolerancia cero.


24 de febrero de 2009

Un terrorismo que no cesa

La violencia contra las mujeres sigue, sin tregua, cobrándose víctimas. Con excesiva frecuencia salta en los medios de comunicación la noticia de que otra mujer ha sido asesinada, llenándonos de indignación y esperando inútilmente que sea la última. Cada asesinato se convierte, a la larga, en un número más que pasa a engrosar la estadística: 77 mujeres muertas el pasado año, más de 500 desde el año 2000. Estos datos son sólo la punta del iceberg de la violencia que hoy se ejerce contra las mujeres en nuestro país en pleno siglo XXI.


¿Es que esto no se puede parar? Surgen muchos por qués tratando de hallar las razones de esa violencia. Un azote que la mujer viene sufriendo durante siglos, porque la violencia masculina forma parte del contexto de una sociedad patriarcal, asentada y transmitida a través de modelos culturales, que se traducen en conductas concretas por una asignación de roles diferentes al hombre y a la mujer en los ámbitos familiar, social, político, religioso... instituyendo valores que desembocan en una efectiva desigualdad: la sumisión en la mujer y los celos en el hombre son considerados como una prueba de amor.



En un proceso de cambio, de liberación de la mujer, como el que vivimos, en el que se promueve la igualdad y la independencia para que todas puedan tomar las riendas de su vida, el maltratador actúa como un dictador tratando de anular la personalidad de ella sometiéndola, subordinándola, ejerciendo la violencia psicológica, física, sexual, creyendo además que actúa con legitimidad.



El asesinato -la forma de violencia más extrema- llega como fracaso del agresor, al comprobar que no puede someter a la mujer que quiere ser libre; libertad a la que indudablemente tiene derecho. El 80% de las muertes se dan en la etapa de ruptura de la pareja al negarse ella a continuar la relación. También llama la atención el alto porcentaje de mujeres jóvenes que sufren violencia, cuando parece que las nuevas generaciones tienen otra mentalidad más abierta y democrática, lamentablemente la realidad demuestra que no es así. Como esta violencia se suele ejercer en el ámbito familiar, se considera algo privado y no se habla de ello ni se denuncia, o al menos no lo suficiente. Por ello es necesario que los maltratadotes se sientan rechazados por las personas de su entorno y no puedan escudarse en la complicidad difusa de nuestro silencio.



¿Es que la ley integral contra la violencia de género está siendo ineficaz? Aunque su entrada en vigor ha sido un paso adelante y es una de las mejores de Europa, es preciso ampliar y adecuar los recursos, así como mejorar su efectividad facilitando la colaboración de todos los estamentos implicados, y propiciando un cambio de mentalidad en algunos jueces y otras personas que intervienen en la aplicación de esta ley. La protección policial todavía no consigue evitar las muertes aunque éstas fueran previsibles. Muchas mujeres, después de presentar una denuncia se sienten inseguras y la retiran. Quizá por miedo, o por ingenuidad al confiar en las buenas palabras del agresor.



Las unidades de prevención, asistencia y protección son las encargadas de protegerlas de sus agresores, controlar a éstos y evaluar periódicamente el riesgo, pero los medios aún no son suficientes. Los sindicatos policiales se quejan de la falta de personal. En la Región son diez los policías asignados a este servicio para atender a 550 mujeres que tienen a sus parejas con órdenes de alejamiento, algunas de ellas con riesgo extremo. Otra de las reivindicaciones policiales -manifestadas en la prensa- es que las valoraciones de tipo psicológico para determinar el riesgo deberían ser hechas por especialistas.



Pero hay más, es preciso destacar la situación de vulnerabilidad en que se encuentran las mujeres inmigrantes. Aunque son aproximadamente un 12% de la población, acumulan más de un 40% (durante el año pasado) de las muertes por violencia machista. En su caso aumentan el peligro factores como su indefensión económica, jurídica y emocional, y el hecho de que provienen de estructuras socioculturales o religiosas más extremadamente patriarcales.



¿Qué hacer ante éste grave problema? Con la sola aplicación de la ley no se consigue eliminarlo. Es preciso, por una parte, cambiar el modelo de masculinidad. El hombre tiene que saber que nada puede justificar el maltrato y el asesinato, ésta es una actuación cobarde. Las mujeres somos personas con el mismo derecho a vivir y a ser felices. A ser libres y a decidir cómo y con quién queremos vivir, sin ser propiedad de nadie. Retenerlas contra su voluntad ni es inteligente ni es humano. Por otra parte, también se necesita una educación afectiva que determine en las mujeres posturas de intolerancia ante el menor síntoma de maltrato, y a hacer valer sus derechos y su dignidad. Hay que insistir de manera firme en el papel que para la erradicación de la violencia en nuestra sociedad, pueden y deben desempeñar la familia y las aulas, porque la solución final habrá de venir por la vía educativa.



Desde el Foro de la Mujer seguimos tratando de crear conciencia en este sentido y con nuestro lema: «Todas las vidas tienen el mismo valor» nos concentramos los terceros lunes de cada mes, a las siete y media de la tarde, en la plaza del Cardenal Belluga.

María Pura Berzal Viana


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