2 de mayo de 2008

Diputados del PP ofrecieron apoyos a Zaplana para competir contra Rajoy

La Junta Directiva del Partido Popular (PP) del 31 de marzo desató una auténtica histeria en el partido. Mariano Rajoy nombró a Soraya Sáenz de Santamaría como portavoz, descartando a dirigentes con más peso político. El líder pronunció, además, un discurso plano, echó la culpa de la derrota a todos menos a sí mismo y no logró ilusionar a casi nadie. Saltaron todas las alarmas. Un grupo de diputados jóvenes, en torno a los 40 años, convencidos de que Rajoy no podía ser el candidato en 2012, empezó a pensar en soluciones. La primera, la más obvia, fue la de Esperanza Aguirre.

La Junta Directiva fue un lunes. Ese mismo viernes, 4 de abril, fueron al despacho de Francisco Granados, hombre de confianza de la presidenta Aguirre y secretario general del partido en Madrid. Pero no obtuvieron ninguna garantía de que ella se presentaría. Poco a poco fueron convenciéndose de que Aguirre no era la solución, entre otras cosas porque no era diputada y es difícil hacer la oposición fuera del Congreso.

Y entonces algunos fueron a ver a Eduardo Zaplana a su despacho de diputado raso. El otrora todopoderoso número tres del PP ocupaba hasta el martes un pequeño cuartito que antes fue de Jaime Ignacio Del Burgo, y en el que aún hay un modesto cartelito pegado con celo con el nombre de Zaplana. Eran cuatro, según uno de los presentes. Pero decían contar con el apoyo de al menos 30 diputados muy preocupados con la situación del partido.

Zaplana, siempre según ese diputado, les explicó que él no se consideraba una persona adecuada para esa aventura. "De esta legislatura yo salgo no ya quemado, sino achicharrado", les planteó. El ex portavoz -que cuando llegó a Madrid en 2002 como ministro tenía fama de dialogante, logró pactar con los sindicatos y estaba entre los ministros mejor valorados- ha sido en estos cuatro años la imagen de la oposición más dura al PSOE, de las teorías conspirativas del 11-M, y eso ha dejado su imagen por los suelos. Es ahora, desde que anunció que se quedaba de diputado raso, cuando empieza a recuperarla un poco, al menos dentro del PP.

Zaplana agradeció el apoyo pero rechazó la oferta y les sugirió que buscaran a una persona menos quemada, más joven, un Zapatero del PP, si querían plantear una alternativa a Rajoy.

Mientras, los aguirristas que más interés ponían en convencer a su jefa para que se presentara creían contar con el apoyo de los zaplanistas en Alicante, que cuantificaban en unos 80 de los 124 delegados de esa provincia. En esos días de inquietud, las conversaciones sobre el futuro del PP eran constantes en los pasillos del Congreso de los Diputados y fuera de él.

Algunos de los que buscaban soluciones acudieron entonces a Juan Costa, el ex ministro de Ciencia y escudero de Rodrigo Rato. A sus 42 años, daba el perfil ideal. Diputado, joven, con experiencia y peso político, podía contar con el apoyo de una fuerza viva del PP, como son los ratistas, y, además, parecía muy molesto porque Mariano Rajoy, después de convencerle para abandonar la empresa privada y colocarlo en la cúpula como coordinador del programa electoral, sólo le había ofrecido ser secretario general del grupo parlamentario, a las órdenes de Sáenz de Santamaría, un puesto que él rechazó.

Por eso algunos que buscaban formar una candidatura alternativa -no exactamente los mismos que fueron a ver a Zaplana, porque para entonces los movimientos eran a varias bandas- le sondearon. Pero Costa también declinó la oferta. En esos días en la bancada popular sonaron otros nombres como posible alternativa (Gustavo de Arístegui o Alejandro Ballesteros), pero se fueron deshaciendo como azucarillos.

Todo quedó finalmente despejado, aunque ya estaba casi muerto, con la salida de tono de Rajoy en el mitin de Elche, cuando invitó a Aguirre a irse del PP. "Si le ha dicho eso a la todopoderosa Aguirre, que preside Madrid, imagínate lo que nos podría hacer a nosotros", dijo entonces a EL PAÍS uno de los diputados que trataban de buscar una alternativa. "Es imposible, contra el aparato no hay nada que hacer", sentenció.

De todos esos movimientos sólo parece haber una consecuencia, de momento. Los zaplanistas han sido relegados en los puestos del Congreso -Ana Torme dejó claro en público su malestar- y Ballesteros, que creía que podía contar con la portavocía de la comisión de control RTVE, ha visto cómo era el único puesto que quedó sin asignar este martes, cuando se nombraron todos los demás. Nadie sabe si ha sido una represalia o, simplemente, un retraso formal.

Lo único cierto es que, a estas alturas, todas las operaciones para hacer una candidatura alternativa a la de Mariano Rajoy parecen frustradas. Aunque la mera existencia de estos movimientos, que llegaron a ser muy intensos, muestra las dudas de una parte del partido con el liderazgo de Rajoy y sobre todo con la posibilidad de que sea la persona adecuada para ganar las elecciones en 2012.

elpais.com

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