Infierno machista

Se dice que es un remanente del puro machismo una de las causas del maltrato a las mujeres. Pero el asesinato de éstas trasciende esa absurda y tremebunda superioridad que el hombre se ha atribuido sobre la mujer.

Miedo le da a quien estas líneas escribe porque podría degenerar en una mala bestia si pegare o matare a quien no se sometiese a mis designios, a quien no se dejare cosificar o a quien fuese, ella/él misma/o, de la misma ralea. Sabido es, desde Plauto, homo homini lupus (el hombre es un lobo para el hombre).

El sadismo en alza al que asistimos en los últimos años ha crecido porque ha hallado, en el masoquismo como su polo opuesto, el alimento suficiente para medrar. Ahora bien, se trata de una simbiosis: el sádico (maltratador) necesita a su víctima (masoquista), y ésta le necesita a él; sin él, tampoco es nadie, tampoco se valora, tampoco construye su espacio de libertad en el mundo.

En este punto, volvemos a la tesis de Erich Fromm: «Las formas más frecuentes en las que se presentan las tendencias masoquistas están constituidas por los sentimientos de inferioridad, impotencia e insignificancia individual».

Solicitar ayuda psicológica es, para las víctimas del machismo «inconscientemente consentido por necesitado», el primer gran paso para la curación de ese horror a ser ellas mismas; ser dueñas de su vida; sujetos y no objetos; perder el miedo a ser libres, bendiciendo este valor, la libertad, como uno de los que deben aprenderse desde la infancia.

La mujer ha de romper esta dependencia. Marcar el 016 es una decisión que no puede demorarse ni un segundo más.

Manuel Castellanos Plaza