15 de febrero de 2008

El complot

Mariano Rajoy fue estricto con Valcárcel. La entrevista, en Génova 13, Madrid. El Partido Popular en plena precampaña electoral, a primeros de noviembre, no podía tolerar que el problema de la corrupción fuera un handicap, un peso de mucha consistencia: "Debéis resolverlo lo antes posible, no me importa cómo, pero ya, Ramón. Esta situacion es insostenible".

El presidente de la Comunidad Autónoma murciana salió del despacho del presidente nacional del PP preocupado. Ya lo estaba cuando entró, pero las cosas se habían torcido. Estaba a punto de estallar el escándalo de Torre Pacheco, Fuente Álamo, Nueva Cartago, y otros se situaban en los límites de las posibilidades más probables. El tam tam advertía que el "caso de la Balsa Yenni" podía hacerle mucho daño, y que el edificio-palacio de la Gran Vía se movía subterráneamente amenazando llegar a ser un terremoto. Las cosas estaban al rojo vivo en el ámbito político, social y económico, aunque los medios de comunicación paliaban esa imagen última de una Murcia en crisis. El poder mediático del "lobby" popular no es una entelequia. Contaba con la cúpula del empresariado, contabo con el pasotismo de los sindicatos, y con la ayuda de un equipo jurídico bien engrasado.

El sector de la construcción y sus hombres más poderosos comían en su mano, por decirlo de alguna manera que no chirrie en los engranajes del establecimiento; sin contar con dos centenares largos de dirigentes políticos que orquestaban los ayuntamiento y la Asamblea Regional. Y el Gobierno Regional y su legión de altos cargos.

Las dos poderosas cajas de ahorros murcianas funcionaban con teórica neutralidad, pero en ambas se había instalado a personas de su entorno, fieles, listos e influyentes. Con todo este gigantesco equipo no podía perder, pero sin embargo hay que convencer a la opinión pública que las maniobras de la oposición se trataban simplemente de una campaña de cara a las elecciones, y que lo que se decía se trataba de especulaciones, de medias verdades, de un conturbenio dirigido contra unos pobres alcaldes, concejales y empresarios que se ganaban la vida con abnegación, honradez y sacrificios mil, a punto de ser destruidos por las calumnias, las injurias, las falsas denuncias y la demagogia más refinada, y que naturalmente todo ello iba contra la buena imagen de Murcia y su solidez laboral.

Cargarse al ladrillo y sus amigos suponía el paro, la miseria y un bajón del crecimiento económico. Estos son los objetivos de la oposición, no de la oposición exclusivamente política, sino de todos aquellos que no le quieren porque ir contra él, contra Ramón Luis, es ir contra la Región de Murcia.

Todo un montaje, un complot y una conspiración. Exactamente. Lo tenía claro. Había que movilizar inmediatamente al personal. Y esto sí, junto a esta movilización hay que añadir que el AVE estaba frenado, que el agua no llegaba, que las inversiones del Gobierno del Estado se habían olvidado de Murcia, que el número uno que encabezaba las listas del PSOE es un ministro de Justicia tipo Fouché, organizador de la trama; que la Guardia Civil estaba mandada por un peligroso coronel que pinchaba los teléfonos a su antojo, haciendo peligrar el Estado de Derecho, y que el Fiscal General y el Fiscal Jefe de Murcia eran unos individuos sumamente peligrosos. En Murcia no había corrupción. Simplemente se trataba de un invento. Una patraña.

El final es un "happy end", un final feliz: el PP vuelve a ganar las elecciones en Murcia y Rajoy le llamaría para felicitarle. Volvemos a una situación idéntica a la del caciquismo decimonónico. Es decir, que no tenemos solución y que nos merecemos lo que tenemos. Bien:

-Enhorabuena, Ramón Luis. Eres el mejor. Chapeau. Un diez.

Y el murcianico de a pie se pregunta: ¿Y esto tiene solución, pijo?

José Juan Cano Vera - vegamediapress.com

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