Los medios afines a la derecha se han volcado con Mariano Rajoy. No podía ser de otra manera. El PP ha decidido algo, por lo demás, perfectamente previsible: ha puesto al servicio de sus intereses electorales los símbolos del Estado. Con singular énfasis, la derecha ha agarrado el mástil y se ha envuelto con la bandera.
El primer aviso lo dieron en aquellas manifestaciones del pasado invierno en las que –con ETA como pretexto- disparaban sin piedad contra el presidente del Gobierno. Parecía que el jefe de la banda no fuera Txeroki, sino Zapatero. Entonces, las banderas fueron multiplicándose sin pausa, arrolladoramente, incluso de manera compulsiva. Hasta una de esas concentraciones ultramontanas terminó con el Himno Nacional de colofón.
Numerito ridículo
Esos periódicos en la órbita genovesa alaban al candidato conservador a presidente del Ejecutivo por su “patriotismo”. ABC, en su editorial de ayer, aún fue más lejos: “Lo normal y sano en una nación como España es decir lo que ha dicho Rajoy.” Están deslumbrados con el numerito ridículo del sucesor frustrado de José María Aznar y en realidad aspirante, según todos los síntomas, a la Jefatura del Estado.
El vídeo solemne
Pero deberían considerar sus apologistas de cámara que Rajoy ejerció en su vídeo solemne de Rey sin corona. ¿Dónde se ha visto, en cualquier democracia solvente, al líder de la oposición dirigiéndose a la ciudadanía como si se tratara no ya del primer ministro, sino del mismísimo Rey? Y no decimos presidente de la República porque sólo imaginarlo le podría sobrevenir un colapso cardíaco, atendida la inquina que la caverna siente por todo lo que suene a republicano.
Impotencia
Los palmeros de Rajoy están encantados. Creen que su líder ha dado el gran salto, cuando no ha hecho otra cosa que exhibir impúdicamente su impotencia. Vacío del más mínimo contenido su discurso político, Rajoy sigue impertérrito tratando de sacar el máximo provecho de una de sus falsedades más conocidas: la de “España se rompe”.
Con cierta facilidad
Sólo parece moverse con cierta facilidad en el territorio identitario. El PP se ha pasado toda la legislatura confundiendo su España con la España plural. Continúa instalado en los tiempos de la AP de Manuel Fraga Iribarne, ex ministro relevante del general Franco.
Evocación de AP
AP concurría en aquella época a los comicios con el lema de “España, lo único importante”, mientras el antiguo fascista reciclado mostraba en los mítines sus tirantes rojigualdos. En definitiva, AP/PP es el partido que aglutina básicamente al nacionalismo español, como de nuevo se está demostrando obscenamente estos días. A los militares y soldados de Franco se les denominaba, durante la guerra civil, “fuerzas nacionalistas”.
Naturalmente
ABC puede tildar de “normal” y “sano” el discurso nacionalista de Rajoy, naturalmente. Pero sólo con los vocablos que reproducimos ya se ve que esta película de españoles buenos (“normales” y “sanos”), banderas buenas, símbolos buenos y malos españoles (¿anormales y enfermos?) tiene un guión perverso.
Una mentira en el manifiesto
El manifiesto del PP “en favor de la enseña nacional”, que está orientado en clave de afrenta a Zapatero, incluye una mentira cuando señala que los símbolos aludidos son “garantía de convivencia pacífica y en armonía”. Los símbolos, probablemente, sí. La instrumentalización vergonzosa que de ellos está haciendo el PP, desde luego, no. Este camino sembrado de “banderas al viento” no conduce a la “convivencia pacífica”, sino a la división entre españoles.
Sinónimo de libertad
Cuando los símbolos se convierten en armas para descalificar a media España y cosechar así votos, el mensaje no es integrador, sino excluyente. De los patriotas de banderas e himnos nos libre Dios. O el patriotismo es sinónimo de libertad y de tolerancia o, como sostenía el filósofo inglés Samuel Johnson, acaba siendo a veces “el último refugio de los canallas”.
elplural.es
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