10 de abril de 2007

El análisis de Joaquín Calomarde (Diputado del PP)

Estamos próximos al final de la octava legislatura de la democracia. Aunque todavía reste un tiempo considerable a la misma, conviene ir haciendo balance político de las actitudes, formas, modos y maneras de ejercer la política que han sido las protagonistas, hasta la fecha, del devenir parlamentario en el Congreso de los Diputados.

Muy dignos propósitos
Al comienzo de la presente legislatura el presidente del Partido Popular, Sr. Rajoy, pidió de forma expresa, cosa que le honra, que deseaba una oposición serena, moderada y educada. Eran muy dignos propósitos. El ejercicio de la oposición parlamentaria es complejo. Veamos: por un lado debe controlar la acción del Gobierno (no torpedearla, que eso es otra cosa); es decir, pedir cuentas y razones de los actos del Ejecutivo, y además, presentar iniciativas propias que traten de ir seduciendo a los ciudadanos hacia la opción política que la oposición mayoritaria debe representar: el centro reformista y liberal.

No ha sido bueno
Las cosas, lamentablemente, no han ido por el camino deseado en todo el tiempo transcurrido, y ello no ha sido bueno, ni para nuestro país, ni para el Parlamento, ni para el Gobierno, ni para el principal partido de la oposición. Trataré de explicarme con claridad. En muchos de sus actos, en bastantes de sus pronunciamientos y comportamientos, especialmente en los últimos tiempos, el Partido Popular ha caído en el enorme error del cultivo de la desmesura.

Mala consejera
La desmesura, en política y en la vida, es mala consejera, pues tiende a confundir los deseos con la realidad y ensombrece el discurso propio de la racionalidad por la víscera y el sudor del púgil, convirtiendo, por ejemplo, las sesiones de control al Gobierno, en algaradas más propias de película del oeste, que de la Cámara de los Comunes. Sin duda, que los constantes dimes y diretes, indecisiones, y errores del Gobierno del Sr. Zapatero han contribuido, lógicamente, a propiciar también este clima político. Y su escaso diálogo con la oposición mayoritaria que, en un error sin precedentes en nuestra democracia, se pretendió silenciar desde comienzos de la legislatura.

En alguna medida, predemocrática
Una vez dicho esto, es evidente que el Partido Popular ha ido empleando, cada vez con más fuerza, argumentos que por excesivos y desmesurados dejaban de serlo para convertirse en algarada dialéctica y sembrando de negros presagios las constantes vitales, tanto de la sociedad española, como de las propias instancias del Estado. Hay que decir, como he hecho hace poco , y aquí reitero hoy, que la sociedad española de comienzos de nuestro siglo XXI es pragmática, prudente, sensata, moderada y europea; es decir, casa mal con la idea de una sociedad crispada, solariega, poco desarrollada y, en alguna medida, predemocrática.

Hermosa tarea
Éste es el gran error de la oposición practicada mayormente por el Partido Popular: su desmesura, su exceso, su falta de rigor y su escasa capacidad para presentar iniciativas y políticas alternativas al Gobierno socialista que hiciesen aumentar su capacidad de influencia, tanto en el propio Gobierno (que es una hermosa tarea de la oposición leal) y en la sociedad española, que ve, con asombro, cómo la crispación sustituye al diálogo y a la polémica parlamentaria y cómo los valores de la concordia y de la convivencia se ponen en solfa, dígase de ello lo que se desee predicar.

Mal gestionado por el Gobierno
El Estatuto de Cataluña, que fue mal gestionado por el Gobierno socialista, es evidente, no rompía la unidad de España, claro que no. El matrimonio homosexual (que el Partido Popular podía haber legislado estando en el Gobierno a través de la Ley de Uniones civiles) no terminaba con la familia en España, ni ahora ni nunca. Los constantes encuentros y desencuentros (con independencia de la responsabilidad de cada cual, que según mi parecer y entender, es siempre mayor en el caso del Gobierno) en el asunto más importante que tiene todavía que resolver la democracia española, el fin del terrorismo de ETA, ha condicionado todo este tramo último de legislatura.

Puedo dar testimonio
Sin duda, Zapatero tendría que haber hecho esfuerzos mucho mayores de encuentro con Rajoy en materia tan delicada y sensible; y también es evidente que el principal partido de la oposición no puede seguir utilizando electoralmente el terrorismo como si él no hubiese sido Gobierno y , en esa posición, hubiese sido torpedeado por el Partido Socialista. No lo fue. Yo era diputado en el Congreso en la séptima legislatura y, por lo tanto, asistí a la oposición, en esta materia, que hizo en su momento el Sr. Zapatero.
Puedo dar testimonio, y así lo hago, de lo que vi.

Tras la bomba de la T-4
Zapatero
propuso el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, que una vez aceptado por el PP, ha funcionado perfectamente hasta que el Gobierno inició el llamado "proceso de paz". Al que tiene legítimo derecho pues es el Gobierno el que dirige la política antiterrorista. Tras la bomba en la T-4, el presidente del Gobierno aseguró que el proceso estaba roto, terminado y que , en este momento, se estaba dentro de la legalidad impuesta por la ley de partidos ( en su día votada conjuntamente por el PP y el PSOE en el Parlamento).

Pésimo ejemplo
Nunca en treinta años de democracia , la oposición parlamentaria ha utilizado contra el Gobierno la política y la lucha contra el terrorismo. Esa actitud, desgraciadamente, empaña la credibilidad liberal, centrista y moderada de la oposición conservadora y es un pésimo ejemplo para la estabilidad del país y del Estado. Por muy legales, que lo son, las manifestaciones habidas, tanto por colectivos de víctimas, como del propio Partido Popular.

Capaces de pactar
Hemos sido capaces de pactar (PSOE-PP) los estatutos de Aragón, de la Comunidad Valenciana, de Baleares, de Andalucía. Y España sigue, como es natural, sin romperse. Magnífico ejemplo, diga lo que diga el Tribunal Constitucional, sobre aspectos puntuales del Estatuto catalán, actualmente legalmente en vigor al tratarse de una Ley Orgánica aprobada por las Cortes Generales, tampoco ese dictamen ( que esperemos se produzca con tranquilo sosiego y ecuanimidad jurídicas) romperá España.

Una oposición leal
En conclusión: olvidemos la exasperación de la sociedad española, los gritos, las algaradas, las broncas, y ejerzamos una oposición leal con el Gobierno legítimo de España; dura, cuando sea preciso, pero nunca antipoder, y jamás rozando laminar los valores máximos de concordia, libertad y convivencia plena de la democracia española. Los españoles, todos, sabrán valorarlo y, sin duda, agradecerlo.

Joaquín Calomarde (Diputado del PP al Congreso por Valencia)

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