10 de abril de 2007

Las aguas del Ebro, al mar; ¿no es lo natural?

Desde que a este mes de Abril, le ha dado por llover, no faltan noticias, cartas, y editoriales recordándonos y lamentando las enormes pérdidas de agua que, vía Río Ebro, se van al mar y que, aseguran con rotundidez, «conseguirían paliar la tremenda sequía del sureste peninsular».

El argumento, por repetido, no dejar de ser falso y simple, lo cual me invita a volver otra vez, sobre algunos tópicos que machaconamente perviven en nuestra tierra sin perspectiva alguna de cambiar. Veamos:

En primer lugar, los ríos son «corrientes continuas de agua», lo cual sugiere que, o bien desembocan en otro río o lo hacen en el mar. ¿Por que sorprende y sobre todo duele que vayan las aguas del Ebro al mar?. El agua nunca se pierde, forma parte del ciclo hidrológico, del cual todos nos beneficiamos. Al entrar el agua de las avenidas en el mar transporta consigo materiales y nutrientes que sirven para aumentar su productividad, o lo que es lo mismo para que sardinas y boquerones puedan crecer sin dificultad.

En segundo lugar, y diga lo que se diga, es imposible retener una avenida como la que estamos viendo en el Ebro estos días, es más, precisamente lo mejor para todos es que se vaya al mar. Mejor porque limpia los suelos y cauce de suciedad, porque transporta agua y sedimentos fertilizando las riberas y las vegas, porque ayuda a recargar acuíferos que son los almacenes más interesantes de agua en regiones áridas, mejor porque su desbordamiento ayuda a reconstruir las llanuras de inundación sobre las que después se puede cultivar, mejor, en definitiva porque, querámoslo ver o no, este agua no puede paliar la sequía estructural del sureste. La tecnología no lo puede todo. O sino díganme ¿cómo se pueden meter 3.000 metros cúbicos por segundo de agua (que es lo que está pasando por el Ebro estos días) por un canal con una capacidad de 50 metros cúbicos (como el que se quería hacer para trasvasar agua del Ebro)?. Por favor nos seamos demagogos

Si las aguas de las avenidas del Ebro pudieran paliar la sequía del Sureste, ¿por que nosotros no hemos sido capaces de recoger el agua de nuestras propias avenidas y utilizarlas según nos plazca?. Las riadas y las sequías van a ser cada vez más intensas y recurrentes, tal como parece deducirse de los efectos del cambio climático, así que mejor nos valdría ordenar los usos del suelo de forma que se pudiera, por un lado optimizar las aguas de avenida y por otro, minimizar los efectos de las sequías. Porque en definitiva, los perjuicios de estos fenómenos hidrológicos naturales no son solucionables con obras hidráulicas, en realidad son un problema de ordenación territorial.

Mª Rosario Vidal-Abarca Gutiérrez es Catedratica de Ecología de la Universidad de Murcia

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