Aznar no fue sólo amigo de Bush en los tiempos de la invasión de Irak. Con anterioridad, fue cómplice de Bush al enviar policías españoles, acompañados por agentes de la CIA, a interrogar a 20 presos -en su mayoría marroquíes- en Guantánamo. El interrogatorio se hizo al margen de la más mínima apariencia de legalidad y, por supuesto, sin orden judicial alguna. El máximo responsable policial de esa clandestina expedición a Guantánamo fue Rafael Gómez Menor, alto cargo de la Unidad Central de Información Exterior, experto en terrorismo de origen islámico. Esa Unidad investigaba desde hace tiempo a la célula del sirio Abu Dahdah, considerado como el jefe de Al Qaeda en España.
El ex presidente del Gobierno se convirtió –tan pronto comenzó la Casa Blanca a apuntar a Sadam Hussein- en un apóstol fervoroso de la sangrienta Cruzada contra Irak. Con antelación a ello le demostró a su colega norteamericano que él era un tipo de fiar, capaz de avalar la monstruosidad jurídica de la prisión de Guantánamo, cuya sola existencia supone una violación flagrante de los derechos humanos más elementales. Aznar se quitó, pues, ante Bush su careta de firme defensor del Estado de Derecho. Tuvo que meterse donde le cupo -o en salve sea la parte- sus teorías solemnes acerca de que nunca se deben buscar “atajos en la lucha contra el terrorismo”.
“Animal número 64”
Lahcen Ikassrien, marroquí residente en España, “fue detenido en 2001 en Afganistán y enviado a Guantánamo con una pulsera con ls inscripción ´animal número 64`”, según informaba ayer El País. Ikassrien advirtió a los policías españoles que él era marroquí y no le podían interrogar. “Ellos respondían que querían ayudarme”, afirma. Y añade que les replicaba así: “Cada vez que venís me torturan los americanos”.
La osadía de no pedir perdón
Hemos sabido de torturas y vejaciones infames llevadas a cabo por militares norteamericanos y británicos en penitenciarías de Irak. Las hemos podido ver. Al respecto, no hemos escuchado hasta hoy ninguna palabra o expresión critica por parte de Aznar, dirigida contra sus amiguetes de las Azores. El otro día reconoció su equivocación en torno a las supuestas armas de destrucción masiva en poder de Sadam. Pero tuvo la osadía de ni siquiera pedir perdón. Los heridos de Irak, los muertos de Irak no son víctimas para Aznar.
José Couso
Ni siquiera lo fue el ciudadano español José Couso. A él, a sus familiares y a sus compañeros de profesión, Aznar les dio públicamente la espalda. No iba a enfrentarse a Bush por un simple cámara de televisión, al que mataron desde un tanque americano. Se trató de un lamentable incidente. Aznar lamentó el episodio. No condenó el asesinato. ¿Cómo hace Batasuna ante ETA?
El delfín frustrado
Parece comprobada la implicación directa de, al menos, Aznar, Acebes y Trillo en el infernal invento de Guantánamo. “Por el complejo militar de 117 kilómetros cuadrados, en la isla de Cuba, los presos caminaban con grilletes en muñecas, pies y cintura, con los rostros tapados y envueltos en monos de color naranja”, puede leerse en el periódico citado. ¿Habrá algún fiscal o algún juez que abra un sumario a Aznar como consecuencia de unos hechos presuntamente delictivos? ¡No, por Dios, pensará Rajoy, el delfín frustrado! ¿Para qué un fiscal o un juez siguiendo la pista española de Guantánamo? No hace falta. Ya lo dijo Mariano en román paladino: “!Éste es un país civilizado, coño!”.
Enriq Sopena
No hay comentarios:
Publicar un comentario