José Antonio Martín Pallín, magistrado emérito del Tribunal Supremo, expone en El País en una tribuna de opinión, La sombra de Franco es alargada, cómo muchos todavía veneran y defienden la memoria del dictador. Lamenta que, a pesar de la consolidación democrática, “los hijos espirituales y nostálgicos” de sus gestas dificulten la revisión de las medidas tomadas por un régimen dictatorial que cometió crímenes contra la humanidad, según recoge el derecho internacional.
El magistrado José Antonio Marín Pallín explica cómo Franco no ha muerto todavía y su memoria sigue presente “en estatuas, avenidas, calles y fundaciones”, mientras que “su nacional catolicismo, única estrategia política que hábilmente mantuvo hasta su muerte, se ha perpetuado en la cúpula del Episcopado”.
El magistrado José Antonio Marín Pallín explica cómo Franco no ha muerto todavía y su memoria sigue presente “en estatuas, avenidas, calles y fundaciones”, mientras que “su nacional catolicismo, única estrategia política que hábilmente mantuvo hasta su muerte, se ha perpetuado en la cúpula del Episcopado”.
Explica el magistrado cómo están encontrando la oposición de “los hijos espirituales y nostálgicos” de aquel régimen a la hora de intentar algunas de las injusticias cometidas por el dictador. Así, explica que “negarse a la anulación de los Consejos de Guerra sumarísimos con el pretexto leguleyo de que afectaría a la seguridad jurídica o la manipulación de la doctrina del Tribunal Constitucional sobre la retroactividad de los derechos fundamentales, llena de perplejidad a muchos juristas”.
Martín Pallín lamenta, en referencia a la Memoria Histórica “que la vergonzante propuesta de ley cuya tramitación se inicia llega hasta el extremo insólito de vedar la publicación de los nombre de personas que han intervenido en la comisión de hechos que el Consejo de Europa y el Parlamento de Europeo han condenado como crímenes contra la humanidad”, Por lo tanto, no entiende el magistrado cómo puede haber un segmento opuesto a la revisión del franquismo que acuse al presidente de “sectarismo revisionista”.
El artículo continúa razonando el absurdo de cómo algunas dictaduras pueden revisarse por ser más breves en la historia, pero no la nuestra por su larga duración. Así, por ejemplo, en países como Argentina se anularon leyes de obediencia debida o punto final “y muchos asesinos tuvieron que sentarse en los tribunales”, y en Uruguay o Chile sus dictadores están siendo o lo fueron, antes de su muerte, sometidos a procesos judiciales. Sin embargo, en España “los asesinatos”, “torturas” y “el miedo de los supervivientes” son sin embargo “incidencias del pasado que debemos olvidar”.
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