11 de febrero de 2009

Entierro "popular"


¡Qué foto! ¡Qué caras!


La foto de Rajoy "apoyado", nunca mejor dicho, por la Ejecutiva del Partido Popular, es una muestra más de la debilidad consabida de un líder pusilánime, derrotado y al que lo que sucede en su partido se le escapa momento a momento de sus manos. Es esa foto, todos muy serios, con la procesión por dentro, conscientes todos ellos que lo que está cayendo encima no es una broma, no es un mal sueño, no es algo pasajero, son unos rostros que lo dicen todo, son rostros de funeral, caras de tragedia griega.


Caras derrotadas, tensas, de gesto adusto, de mandíbulas apretadas, puños prietos, conscientes del declive, del fin de una étapa, de la caída de un líder que nunca lo fué, de un líder cuestionado siempre, sin caracter, sin mensaje, sin carisma, sin credibilidad y que si está ahí es porque un día "su divina gracia Aznar" lo señaló y lo colocó, un líder Rajoy herido de muerte que intenta defenderse como sea como un gato panza arriba con "un todo vale" para evitar su caída, caída sabida por todos por su ineptitud anterior, por su ineptitud presente, por no saber apagar fuegos internos (Esperanza Aguirre & Gallardón) por los casos de presuntos espionajes y por la presunta trama de corrupción con, de momento, 37 imputados y 3 de ellos, sus cabecillas, detenidos.


Ahora el PP, Rajoy (o quien mande en esa selva) reacciona ante su propia incompetencia rompiendo el Pacto por la Justicia, en una clara pataleta en un intento diáfano de desviar la atención a sus graves problemas. El PP se ha situado fuera del sistema y mira hacía afuera para esconder la pudedumbre de su interior.


Este PP camina hacía el desmembramiento, hacía la ruptura, hacía el abismo, a no ser que aparezca un mirlo blanco que "refunde" el partido como ocurrió en la etapa de Hernández Mancha. Es necesario.


Nuestro país, la sociedad, necesita un partido conservador fuerte, serio, convincente, con las ideas claras, que se aleje de la derecha extrema, que no diga una cosa y haga otra, que se aleje del franquismo y que pueda ser una alternativa real y válida para el conjunto de los españoles.


Rajoy y quien le rodea no reune ninguna de estas características por muchas fotos que se haga y por muchos presuntos "cierres de filas" y como dice Lucía Méndez en El Mundo:
"No se fíen de las apariencias, ni de los cierres de filas. Se trata de defenderse del enemigo exterior. Ellos y ellas prefieren seguir pegándose tranquilamente en la intimidad para que todo quede en casa".

10 comentarios:

Anónimo dijo...

El Partido Popular no ha podido resistir el embate de los dos graves casos que afectan a su organización, principalmente en Madrid, y ponen en entredicho la autoridad y el temple como dirigente de su presidente y jefe de la oposición en el Congreso de los Diputados, Mariano Rajoy. La reacción ante la avalancha de ceses y dimisiones en relación con los escándalos cruzados que sufre el PP ha sido una cascada incontrolada de adjetivos: armado de ellos compareció ayer Rajoy, tras la reunión del Comité Ejecutivo Nacional, y ardió Troya.


Obsceno e inaceptable consideró que el juez Garzón y el ministro de Justicia compartieran el pasado domingo una jornada cinegética, hecho que en su opinión debería obligar al instructor a abandonar la investigación. Anunció también que desde ese mismo instante rompía relaciones con el Ministerio de Justicia mientras su titular fuera Bermejo, y que solicitaría una comparecencia parlamentaria del fiscal general para pedirle explicaciones sobre el trato desigual dispensado a los partidos afectados por casos de corrupción.


"No hay una trama del PP, sino una trama contra el PP", dijo para resumir. No es del todo falso: es gente del PP contra el PP. De una parte, fueron miembros de ese partido quienes grabaron conversaciones comprometedoras y denunciaron los hechos que investiga Garzón; y de otra, como dijo el líder popular en el País Vasco, Antonio Basagoiti, mientras algunos afiliados arriesgan su vida por serlo, otros intentan aprovechar su militancia para hacer negocios. Es hacia el interior de su partido donde debe mirar Rajoy, y no hacia quienes desde fuera investigan o piden explicaciones.


Aunque al principio, fiel a su estilo, Rajoy reaccionó con parsimonia a las noticias indicadoras de la profundidad de la trama, ayer perdió los papeles y decidió salir personalmente a marcar la posición, en unos términos que podrían corresponder a un desahogo personal, pero lamentablemente van mucho más lejos y no dejarán de tener consecuencias -malas-, sobre todo para los propios populares. Los hechos no admiten bromas ni malas excusas: ahí están esas prácticas corruptas de ediles del PP que en absoluto pueden quedar dispensadas porque también las haya en otros partidos. Y ahí está también la sensación de impunidad con que esas prácticas se han extendido en los territorios en que el PP tiene mayoría absoluta. Hablar de filtraciones o conspiraciones entre la Fiscalía General del Estado y un juez de la Audiencia Nacional suena a excusas de mal pagador.


Rajoy no va adquirir más credibilidad como líder del partido con mayor número de afiliados de España gracias a sus adjetivos indignados. Tampoco su partido, necesitado de una urgente y drástica limpieza interna: no basta una investigación para exculpar a los dirigentes, como en otras ocasiones, sino que debe romper con la confusión entre intereses públicos y privados enquistada en su seno. La opinión pública no reacciona tanto contra la corrupción como contra la pasividad de los dirigentes a la hora de hacerle frente.

Anónimo dijo...

EL PP SE ha metido en un túnel. Ojalá salga. Porque la peor campaña que se ha hecho nunca contra el PP no viene del PSOE, como dice Rajoy, sino del PP. Fraga afirma que «hasta Jesucristo erró al elegir»: no erró, porque Judas tenía por destino venderlo, y lo eligió a conciencia. ¿Pasa eso en el partido? ¿Que seis cargos espíen al jefe de la trama y callen? ¿Que el más responsable guarde silencio? ¿Que los alcaldes implicados descaradamente en sucias campañas y prevaricaciones desafíen a quienes se beneficiaron de ellos? ¿Que haya tantos tocados y tantos en cueros sin tocar? ¿Que nadie sepa no ya dónde tiene la mano izquierda sino ni siquiera la derecha? ¿Que se alardee del dinero dado a presidentes autonómicos o nacionales por quienes tienen grabaciones, que no usan por temor no al partido sino al trullo? Las implicaciones son demasiadas; las tormentas, ensordecedoras más que los silencios. Se necesita otra nevada que lo blanquee todo. Hasta el dinero negro. Y aun así...

Antonio Gala

Anónimo dijo...

No sé qué le pasará a usted, querido lector, pero por cada persona que me habla de los imperdonables ataques al PP hay cincuenta que me dicen algo parecido a "vaya lío que tienen con todo esto de la corrupción y el espionaje". Quizá el primero sea el afiliado concienzudo -el que cierra filas-, el avisado o el listillo, pero la percepción general es que el primer partido de la oposición está metido en un lío -alrededor de Madrid- que se suma a otro lío -alrededor de Madrid-, el de la ya larga campaña de desprestigio que, desde el propio PP, sufre la dirección actual desde el congreso de Valencia. Si les vienen ahora con lo de Garzón, Bermejo y el sursum corda, el primero dirá que claro, que ahí está la cuestión; los demás, si dicen que bien, seguirán preguntándose por el camarote de los líos en el que se ha convertido el partido, y los más escépticos, que son legión, se preguntarán si la disculpa no querrá ser utilizada para distraer del meollo del asunto.


Garzón caza con Bermejo y los fiscales tratan peor al PP que al PSOE. Sea. Esto último es lo que el lunes pasado dijo Mariano Rajoy, cuando creyó que el alcalde de Boadilla había dimitido, y lo que dio lugar a las quejas oficiales del partido. Pero sin Garzón, sin Bermejo y sin fiscales ha habido espionaje auspiciado por el Gobierno de Madrid. Sin ninguno de ellos ha habido corrupción manifiesta y escandalosas sospechas. Sin que intervinieran en el tema todos ellos, había una trama de intereses y continuadas prácticas corruptas. Sin que la animaran los citados, un sector del PP, directamente implicado en lo anterior, ha querido cargarse al presidente del partido y, para defenderse, ha soltado toda la metralla contra el núcleo del mismo, tesorero incluido.


Rajoy no anunció, de la manera que lo hizo, que el alcalde de Boadilla ya no era alcalde porque Garzón es muy malo. Aguirre no aceptó las dimisiones de su consejero de Deportes y de un alto cargo porque no hay modo de hablar con Bermejo. En la Asamblea de Madrid no hay una comisión de investigación porque los fiscales no quieren al PP. El PP de Madrid no boicotea la comisión que se vio obligado a aceptar porque el PSOE utiliza contra ese partido todos los instrumentos del Estado. González no mintió sobre su viaje a Sudáfrica porque los demás estaban de cacería. A Génova no llegaron denuncias de corrupción y extorsiones porque el Gobierno quiera distraer a la opinión pública de su fracaso en la lucha contra el paro. Y se podría seguir hasta -casi- el infinito.


Están muy bien, por tanto, las recusaciones, las quejas y los escritos a instancias judiciales o al Consejo General del Poder Judicial, pero si el PP no se da cuenta de que su futuro, ante los electores e incluso ante los militantes entregados que creen que todo es una trama contra el partido, depende de la capacidad de poner orden, limpieza, de exigir responsabilidades y mostrar autoridad ante el descaro de algunos, podemos entonar la despedida. Hacen bien en hablar de cierre de filas porque, de seguir así, las van a cerrar definitivamente.

German Yanke

Anónimo dijo...

El presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, se ha vuelto a equivocar. Y lo hizo por partida triple a la hora de abordar las que podríamos llamar, en recuerdo del inolvidable Guillermo Cabrera Infante, las "Tres tristes tramas" de Mariano Rajoy, en cuyas finas redes ha caído como un torpe Gulliver el líder de la oposición. Víctima, por un lado, de su propia desidia y falta de autoridad y, por el otro, de las intrigas de su propio partido y los ataques del Gobierno y sus terminales de poder. Los que no han perdido la oportunidad de los escándalos y luchas internas del PP para amplificar sus problemas y así ocultar la gravedad de la gigantesca crisis del paro y de la economía nacional. Sin duda, el primer problema de España.


Si después de la dramática foto de Rajoy, acompañado por los dirigentes de su partido, y de sus graves palabras denunciando una trama del Gobierno de Zapatero contra el PP, rompiendo el "pacto por la Justicia", retirándole la palabra al ministro Bermejo y anunciando la recusación del juez Garzón, si después de todo ello aparecen más pruebas, escándalos o dimisiones en el centro de gravedad de toda esta crisis del Partido Popular, que está ubicada en la Comunidad de Madrid como muy bien lo saben Rajoy y todos y cada uno de los miembros de su dirección, entonces ¿qué deberá hacer y decir el presidente del PP? ¿Acaso dimitir él, pedir perdón a los ciudadanos y a los militantes del PP, por su precipitación y por no haber cortado de raíz hace ya más de un año el cáncer de este partido que anida en la Puerta del Sol de Madrid?


El agónico "Santiago y cierra España" con el que Rajoy pretendió hacer un exorcismo de los demonios que habitan el cuerpo del PP, maldiciendo a los jueces y fiscales que según ellos los atormentan, y denunciando a Zapatero, Bermejo y Garzón -de estos dos últimos, se podría decir que Dios los cría y ellos se juntan para cazar, un poco de todo-, puede que le haya servido de consuelo a militantes y dirigentes del PP. Los que siguen con estupor y asombro el reguero de escándalos que emana de la Comunidad de Madrid, y no sólo los que investiga Garzón, porque luego están los espionajes a los dirigentes del PP, los dossiers, adjudicaciones escandalosas de contratos públicos (con viajes a Sudáfrica como premio) y las primeras dimisiones o ceses que dan fe de que, cuando el río suena, agua lleva.


Ayer Rajoy debió comenzar su discurso ante el Comité Ejecutivo Nacional diciendo: "He ordenado la creación de una comisión gestora en el PP de Madrid". Y, a partir de ahí y puestas las cosas en su sitio, todo lo demás y todas las quejas y acusaciones que quiera lanzar contra Zapatero Garzón, Bermejo, Pumpido y el lucero del alba, si de verdad cree, como parece, que se está instrumentalizando la acción de la Justicia para dañar al PP.


Pero el que, en las últimas escandalosas informaciones, no sólo apareciera Madrid, sino también Valencia y Castilla y León, Comunidades gobernadas también por el PP, le ha llevado a Rajoy al error y la precipitación. Y le ha permitido, en este río revuelto, a Esperanza Aguirre camuflar su gravísima responsabilidad, por más que en la dirección del PP todos o casi todos ya la conocen. Prueba de ello fue que la intervención de Aguirre en el Comité, presumiendo de haber puesto una querella al fiscal general, fue acogida con un sonoro silencio de desprecio, mientras otras intervenciones -la llorosa de Ana Botella solicitando amparo para Aznar, y lamentable la de Estarás, hablando de acoso al PP balear, donde Jaume Matas ha dejado otro saco de gigantesca suciedad, incluido un caso de prostitución con menores- fueron acogidas con aplausos de los asistentes, y el entusiasmo de la alcaldesa Rita Barberá, "culpable" de la foto de apoyo al líder, otra mala táctica que, lejos de aparentar fuerza, ofrecía imagen de amparo y debilidad.


Pero vayamos a las "tres tristes tramas" de Mariano Rajoy. La primera de ellas y la más importante es la que dirige desde Madrid Esperanza Aguirre, desde hace más de dos años, contra el propio Rajoy y la dirección nacional del PP, antes y después del congreso de Valencia, utilizando el poder de la Comunidad de Madrid, su escudería particular de medios de comunicación y desafiando permanentemente la autoridad del presidente del partido y las directrices más importantes del PP, por ejemplo en la reforma del sistema de financiación autonómica que prepara Zapatero. Ésta no es una trama de corte secreto, ni conspirativa, sino a la vista de todos y con el solo objetivo de Aguirre de asaltar ella la presidencia del PP y ser la primera candidata del partido en las elecciones generales del 2012.


La segunda triste trama de Rajoy, y del PP, no es otra que la enorme caja de los truenos, de espionajes, corrupción, patadas a la democracia, recorte de libertades, nepotismo y toda clase de abusos que imperan dentro de la Comunidad de Madrid que lidera Aguirre. Y que ahora, y como se veía venir y era de esperar, está estallando por los cuatro costados, causando un irreparable daño al PP en tiempo electoral. Poniendo además en peligro, para el 2011, la renovación de la victoria electoral en esta Autonomía por parte del PP, sobre todo si no cambian a la hoy candidata. Los primeros ceses -que no serán los últimos- dictados en la Puerta del Sol dan una idea de lo que hay ahí dentro, y de lo que puede salir -el consejero Granados está en capilla- por la vía de Garzón, o por la de los espionajes, los dossiers y los contratos públicos. El destrozo democrático y de las libertades -véase lo que hace Telemadrid- adorna la trama y el espectáculo que lidera, ahora en pleno desasosiego, esta presunta presidenta "liberal".


La tercera "triste trama" es la del Gobierno, el PSOE, sus medios afines y terminales judiciales, que han sabido instrumentalizar, en tiempo y hora, esta acumulación de escándalos en la apertura de la campaña electoral y durante el debate parlamentario sobre el paro. A esta tercera triste trama es a la única que se refirió Rajoy en su dramática y precipitada aparición de ayer, de la que puede que pronto se arrepienta, porque no debió ni salir en tromba de esa manera, ni convocar el Comité Ejecutivo Nacional, cuando lo que todavía impera es una densa niebla y la incertidumbre sobre lo que está por salir. Además, esta tercera triste trama es sólo consecuencia de las otras dos, que son las más importantes y cercanas a la realidad.


Es verdad que algunos estrategas consideran que la mejor defensa suele ser un ataque, pero eso suele ser así siempre que no se tengan los pies de barro para poder avanzar. Y mucho tememos que Rajoy se ha vuelto a equivocar, por más que nos quiera convencer de lo contrario diciéndonos, por ejemplo, que el empate electoral que revela la última encuesta del CIS es la prueba de los nervios del Gobierno -el PP debería ir diez puntos por delante gracias a la crisis y el paro- y de su particular trama contra el PP.

Pablo Sebastián

Anónimo dijo...

Mariano Rajoy, presidente del Partido Popular, sigue sentado, una semana después, en un barril de pólvora, como escribió este cronista, que puede estallar por simpatía en cualquier momento después de la supuesta trama de espionaje en la Comunidad de Madrid, cuya comisión de investigación comenzará a funcionar la próxima semana, y, sobre todo, después de la trama, en varios ayuntamientos de la Comunidad, qué esta investigando el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón.


Rajoy, que ha estado desaparecido prácticamente durante la última semana. buscando votos de gallegos en Suiza (habrá que preguntarse cuántos gallegos hay en Suiza, la capital de los paraísos fiscales, dispuestos a votar al Partido Popular mientras Madrid ardía por el escándalo de los espías de la Comunidad y por las detenciones del juez Baltasar Garzón,) ha tenido tres intervenciones públicas llenas de contradicciones y de conflictos.


La primera intervención fue para anunciar la dimisión del alcalde de Boadilla del Monte, en el noroeste de Madrid, que a esta hora este cronista no sabe, a ciencia cierta, si realmente ha dimitido o, por el contrario, siguen prevaleciendo las condiciones que impuso para su dimisión y que le pidió al secretario general del partido en Madrid, Francisco Granados.


La segunda intervención fue la del pasado martes durante el debate sobre la situación económica en el Parlamento, donde Rajoy intentó por todos los medios encontrar la unidad del partido en un debate agrio y seco en el que el presidente del Partido Popular buscó, desesperadamente, la unidad y la adhesión de sus parlamentarios y votantes, y no el favor de la Cámara, que en su mayoría se manifiestó partidaria de un acuerdo de Estado para salir de la recesión económica en la que se encuentra el país.


Todo el ardor, la autoridad, la coherencia del discurso en el Parlamento contra el Presidente del Gobierno, parece haberse perdido en la reunión del Comité Ejecutivo Nacional convocado, de forma extraordinaria, por Rajoy en la mañana del miércoles en la calle Génova.


Teniendo parte de razón, Rajoy, de nuevo, se ha negado a abordar con los máximos representantes del partido la profunda crisis en la que se encuentra el Partido Popular y, sin saber las cartas que tiene en su mano el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, y los fiscales anticorrupción, ha arremetido contra los que están llevando el supuesto caso de corrupción en varias provincias españolas, ha roto cualquier tipo de pacto con el ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, y ha recusado al juez de la Audiencia Nacional que está llevando las actuaciones cuando, hasta hace muy poco, un hombre del Partido Popular, Federico Trillo, pactaba con José Antonio Alonso, portavoz del Grupo Parlamentario Socialista, el nombramiento de Garzón como presidente de la Audiencia Nacional en substitución de Carlos Dívar, recién elegido presidente del Consejo General de Poder Judicial.


Rajoy, en vez de poner orden en su propio partido, utilizando el mismo lenguaje y la autoridad que utilizó ayer en el Congreso de los Diputados, ha iniciado una huida hacia adelante, sin darse cuenta de que el problema, el verdadero problema, lo tiene en su propio partido, que ni le acepta ni parece estar dispuesto a seguirle en una carrera que no llega a ningún sitio.


Como escribía este cronista el pasado 25 de enero, Rajoy sigue sentado sobre un barril de pólvora, la presidenta de la Comunidad Esperanza Aguirre sigue teniendo en sus manos el detonador, el alcalde de Madrid es consciente de cuándo se puede producir la explosión y, en la Comunidad madrileña, muchos siguen con los chalecos de protección, que pueden servir de bien poco para el estallido que puede producirse en los próximos días.


En toda esta historia Garzón se ha limitado a cebar el explosivo, pero el problema, a pesar de muchas anormalidades en la instrucción del sumario de los treinta y siete implicados, entre ellas la filtración del mismo, que debería ser secreta, no está en la Audiencia Nacional, que juega sus cartas, sino en la calle Génova, donde realmente reside el problema.


Jose Oneto

Anónimo dijo...

Los del PP corren el riesgo de que les salga medio bien o muy mal, como ocurrió con el caso Naseiro (financiación irregular del partido), pero la apuesta de los dirigentes del PP va por la excusa, por pasar el trance actual minimizando daños y señalando a los demás como culpables y a ellos como víctimas. Van a ir enterrando cadáveres, esperando que pase la tormenta, como el agua de los ríos y las hojas del calendario. Poner a Garzón y al ministro Bermejo en la diana con el argumento de la cacería es desmedido, mucho más que la propia cacería.


Los "argumentarios" internos de defensa de los populares circularon inmediatamente hacia las voces amigas recomendando señalar a Garzón como problema, al ministro de Justicia como enemigo y a la manipulación de la justicia como causa. En el PP sus estrategas quieren que sus bases y sus amigos les vean como víctimas de conspiración. Que el problema no es la baja catadura y la malicia cobijada en su entorno sino la investigación de los fiscales y las filtraciones del sumario en curso.


El argumento se sostiene con dificultad a pesar del celo desplegado por algunos para sustentarlo. Tampoco se sostiene la afirmación de que el partido está al margen y que no se ha beneficiado de ninguna irregularidad. Quizá no, o quizá si. Ya sabremos.


Otra línea es acelerar el destape o el refresco de irregularidades socialistas (que no faltan) aunque sean viejas o hipotéticas. Mal de muchos consuelo de tontos. Mientras, los socialistas agitan poco, dejan pasar y contemplan el ajuste de cuentas de sus adversarios principales y su proceso autodestructivo.


Mirados con perspectiva los argumento de los populares de hace tres semanas y los de ahora, sorprende la velocidad de los acontecimientos, la aceleración de la descomposición. Quizá no ven otro camino, quizá no pueden ponerse por delante del proceso, porque ignoran hasta donde y hasta quien llegan las irregularidades y los posibles encausamientos que pueden ir llegando con las declaraciones en la Audiencia.


Aunque acreditaran ser víctimas de conspiración (desde luego que no con el dato de la cacería del domingo) los hechos que obran en el sumario son graves como para que además de apuntar a los otros abran puertas y ventanas de casa y limpien con más rigor, que las investigaciones internas lo sean de verdad y que tengan consecuencias. El tufo a tangentopolis es creciente e inquietante y los ciudadanos lo perciben. ¿Cuánto tiempo llevan fiscales y policías investigando, escuchando y escarbando? ¿Cuánto sabe el juez y cómo quiere proceder? ¿Cuántos decepcionados o asustados van a contar buena parte de lo que saben?


Los encausados con cargo son pocos, hasta ahora, los populares pueden argumentar que se trata de unos pocos sinvergüenzas que ya estaban apartados. Pero puede que venga un arrastre, aguas arriba, que contamine nombres importantes como para provocar cismas. Estas son tribulaciones que Rajoy no esperaba y que pueden pasarle factura por indolencia en la vigilancia, la prevención y la sanción.


Aislar al ministro de Justicia y exigir su dimisión o cese no parece el mejor camino para salir del lío, las reglas del juego son establecen la autonomía de cada parte, imponer al otro partido a quien debe poner o quitar no es viable, es colocarse en la intolerancia.

Fernando Gonzalez Urbaneja

Anónimo dijo...

Vamos. Lo que Rajoy dijo sin querer es lo que piensan la mayoría de políticos, pero ninguno se atreve a reconocerlo públicamente. Rajoy tampoco, por supuesto. Seamos honrados. A quién les apetece estar cuatro horas aguantando soldaditos? Por no hablar de los miles de euros que se podrian destinar a otras causas. Pero los políticos están para eso, para ganarse la vida con la política i para hacer cosas inútiles como presenciar la desfilada, inaugurar cualquier tontería o cualquier cosa que piensen que les puede dar votos. Lo demás, las cosas serias, les importan un bledo. Todos son iguales. A vivir que son cuatro días y los demás (sus borricos votantes) que se fastidien. Pero eso lo sabemos todos y seguimos votándoles. No deberíamos quejarnos ya que los hemos aupado al poder con nuestros votos.

Anónimo dijo...

El PP se ha enterrado y esta vez no ha sido nadie, quien ha afectado o a repercutido en el entierro popular. Por eso, resulta más curioso, porque precisamente, han sido ellos solos los que han creado lo que tienen.
Quizá si hicieran más análisis y más reflexiones respecto al desarrollo de su partido, todo cambiaría.

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Anónimo dijo...

DESDE LUEGO QUE TIENEN CARA DE ESTAR DE ENTIERRO.

Anónimo dijo...

Siento gran vergüenza de esta derecha española, solo saben pedir dimisiones a diestro y siniestro, si todos los peperos que han infringido leyes dimitiesen quedarian poquisimos en pie, espero que toda esta y otras tramas peperas se aclaren, aunque no se como lo hacen que al final todos son, "PRESUNTOS". Espero por el bien de España que esta derecha desaparecca por siempre, y tengamos una derecha constuctiva y honrada, y no estos partidistas antipatriotas que tenemos actualmente reprsentando a la derecha de España .

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