6 de diciembre de 2008

Constitución Española: De todos, sin exclusiones


Con este año, celebramos el treinta aniversario de vigencia de la Constitución Española, que han sido también treinta años de crecimiento de nuestro país: crecimiento en bienestar, crecimiento en derechos y libertades de los españoles, crecimiento de una sociedad más justa y solidaria, y que está hoy en plenas condiciones de asumir los retos propios de una sociedad madura y democrática, plenamente integrada en Europa.


Este período democrático de nuestro país, treinta años ya, no puede ser calificado todavía como joven o incipiente, sino que se trata de una tiempo suficiente para que todos nos concienciemos ya, de que dichosamente, disfrutamos de una democracia plenamente consolidada, estable y fuerte; y que en momentos como éste, de aniversario feliz, podemos y debemos reflexionar cómo hemos llegado hasta aquí, cuáles han sido las dificultades; cuál es el resultado de este esfuerzo conjunto; y qué retos tenemos que seguir asumiendo para que nuestro sistema democrático avance en sintonía a las evoluciones sociales de nuestro país.


Los más jóvenes deben ser conscientes de que derechos que hoy entendemos como básicos e incuestionables no se podían ejercer hace sólo algo más de treinta años. El derecho a expresarse libremente, la igualdad del hombre y la mujer, el derecho a utilizar y aprender otros idiomas españoles, el derecho a militar en un partido político o el derecho al voto, a pesar de estar tan asumidos por todos hoy en día y que nos cuesta tan poco explicar cómo ponerlos en práctica fueron, entre otros, los grandes retos de los padres, y las madres, de la Constitución de 1978; que nos permitieron pasar, en definitiva, de la consideración de súbditos a ciudadanos de pleno derecho.


Pero entonces, no sólo estábamos atrasados en los derechos más básicos, también nos encontrábamos en un país atrasado económicamente. No es casualidad que la época democrática, abierta con la Constitución, coincida con la época de mayor desarrollo económico que ha tenido España en su historia. Eran objetivos asociados, el primero nos llevaría al segundo, como así ha sido. De este modo lo estableció el propio preámbulo constitucional, obra del Profesor Tierno Galván, «garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución y de las leyes conforme a un orden económico y social justo».


El conjunto de derechos básicos individuales como el derecho a la vida y a la libertad personal, a la libertad religiosa, a la libertad de expresión o a la huelga, junto con otros derechos sociales, al trabajo, a la vivienda, a la educación o a la sanidad; fueron sabiamente combinados con una organización del Estado que asegura su legitimidad democrática y le permite ejercer con eficacia. La garantía de la división de poderes o la adecuación de la organización territorial a través de las Autonomías a las demandas de descentralización son ejemplos de esa estructura bien diseñada, de la que tantos nos sentimos tan orgullosos.


En estos treinta años, los cambios constitucionales han sido mínimos y debemos admitir que, a pesar de esto, nuestra Constitución ha demostrado adaptarse a los tiempos en los que tanto cambian las percepciones o las prioridades de los ciudadanos. Por ello, es interesante destacar que la Constitución responde hoy a cuestiones que sólo ahora (y no hace treinta años) nos planteamos. Es, en definitiva, una Constitución viva que da respuesta a los debates sociales y de la que han emanado leyes en plena sintonía con los valores constitucionales, entre las que quiero destacar las leyes educativas que han extendido la educación obligatoria para todos, la ley general de sanidad que establece la protección a la salud y a la atención sanitaria a todos los residentes en España, la ley de igualdad con la finalidad de alcanzar la igualdad real entre hombres y mujeres, la ley de dependencia que pone en pie el cuarto pilar del estado del bienestar o la ley contra la violencia machista.


Decía al principio que celebramos treinta años de vigencia de nuestra Constitución. Son treinta años de éxito colectivo. Sólo así debemos considerarlo. Un éxito que encuentra sus raíces en el texto constitucional, que supo encontrar un marco de valores y derechos en el que pueden reconocerse todos los ciudadanos; que supo también prever objetivos ilusionantes, en cuyo alcance seguimos hoy todos comprometidos: desde la igualdad efectiva a la protección de nuestro entorno o un desarrollo territorial equilibrado; y que supo, sobre todo, presentarse como una Constitución de todos, sin exclusiones.

Rafael González Tovar es el Delegado del Gobierno en la Región de Murcia

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