Tuve la suerte de asistir a la gestación del cambio. Yo no lo sabía entonces. Creo que ninguno lo sabíamos: los hilos de la fortuna son muy sutiles; antes lo llamábamos condiciones materiales.
Me refiero a ese tiempo dentro del tiempo político de la pasada legislatura en que el Grupo Municipal Socialista de Murcia organizaba su trabajo en la calle, recorría las pedanías, se reunía con vecinos y compañeros, escuchaba y proponía, recogía aportaciones y quejas, acudía y participaba en sus luchas y también, cómo no, en sus festejos.
Aprendíamos la mejor de las lecciones. Y como nosotros, lo hacían en Cartagena jóvenes compañeros y compañeras que habían estado batiéndose el cobre en las asociaciones de sus pueblos, en sus agrupaciones, en sus Juntas Municipales. Y como en Cartagena estaba sucediendo de forma paralela entre socialistas jóvenes y menos jóvenes de otros municipios de la Región porque este partido tiene un capital humano extraordinario. Faltaba organización. Allí donde la ilusión no nacía, sobrevivía la disciplina y la resignación. Sin alternativas.
Conocí a Javier Mármol en el Instituto Marqués de los Vélez de El Palmar hace casi veinte años. Muy buena gente aquel alumnado fundamentalmente de clase trabajadora, muchos de ellos de un barrio desfavorecido, aunque aún no era conflictivo; un grupo inquieto de Sangonera la Verde, como Javier y su hermano Andrés. Entonces los centros educativos estaban abiertos por la tarde a todo tipo de actividades para los alumnos: seminarios de filosofía, cine, teatro que ellos mismos demandaban y, a veces, organizaban. Así llegábamos a conocernos bien. De aquella hornada destacaban, no recuerdo sus nombres, como una rara excepción, imbatibles y siempre adustos, los hermanos Dalton, creo que fueron de los primeros insumisos educativos.
Recientemente y durante tres años Javier y yo nos hemos sentado todos los jueves en pupitres contiguos: los de la sala de plenos del Ayuntamiento. Hemos podido comentar y compartir vivencias y reflexiones. Destaco la sinceridad y la profundidad de sus afectos. Recuerdo su autoridad como algo que me sorprendió gratamente. No estaba acostumbrada a que de una persona tan joven emanara de forma natural el prestigio y el respeto que vi a su alrededor en más de una ocasión. Javier era a los diecisiete años, un adolescente que soñaba con los ideales socialistas. Enseguida pasó a la acción. Ya se ha hablado de su trayectoria política y de su formación. No voy a repetirlo aquí A los treinta le he visto sufrir muchas veces ante las situaciones de injusticia y desigualdad. Por eso sé que Javier Mármol no será nunca un político de eslogan, no necesita empaquetados ni etiquetados. Todos los que le han conocido directamente se han asomado como yo a la hondura de sus convicciones. Sé que cumplirá todo lo que promete en su presentación como candidato a secretario general del partido en la Región porque no está escrito pensando en dar una imagen o en que resulte novedoso, aunque lo sea. Se ha escrito desde el fondo de un compromiso con los ciudadanos y ciudadanas de Murcia, tan honesto y firme, como lo eran sus ideales de adolescente socialista.
Decía al principio que asistí a la gestación del cambio. Es cierto, porque el cambio vivía ya en los anhelos de muchos compañeros y compañeras, en sus deseos siempre postergados de formación y de información, en la necesidad sentida de extender la democracia interna y profundizar en la descentralización, en la urgencia de establecer una cultura de trabajo en equipo y de auténtica igualdad con las mujeres y de reconocer a los jóvenes así como a los mayores el protagonismo que merecen. El cambio era también la añoranza de las organizaciones sociales en las que un día estuvimos, y, sobre todo, era la nueva visión de la realidad murciana, que estaban aportando las generaciones más jóvenes: se abrió una ventana, un soplo de aire fresco, el latido de la calle, la posible salida del baile de los espejos donde todo va bien siempre que sigan reflejándose unos a otros. El cambio será también, en el futuro, seguir en la calle, con los ciudadanos y ciudadanas que van a reconocer en los socialistas a sus dignos gobernantes.
Cuenta Caballero Bonald que escuchó textualmente a tía Anica la Piriñaca que cuando cantaba la boca le sabía a sangre. ¿A qué nos saben ahora a nosotros las palabras, los discursos, los sueños que se materializan? Nos saben a esperanza, a renuevos y a sal. Porque el cambio fue una marea creciente, que ahora tiene ojos, cara, lengua, corazón y tripas, y cosas de varón, como dijo el poeta. Ya es imparable. Vamos, compañeros, compañeras, podemos.
Carmen Madrid Corredera es profesora de Filosofía y militante socialista de Murcia-El Valle.
Me refiero a ese tiempo dentro del tiempo político de la pasada legislatura en que el Grupo Municipal Socialista de Murcia organizaba su trabajo en la calle, recorría las pedanías, se reunía con vecinos y compañeros, escuchaba y proponía, recogía aportaciones y quejas, acudía y participaba en sus luchas y también, cómo no, en sus festejos.
Aprendíamos la mejor de las lecciones. Y como nosotros, lo hacían en Cartagena jóvenes compañeros y compañeras que habían estado batiéndose el cobre en las asociaciones de sus pueblos, en sus agrupaciones, en sus Juntas Municipales. Y como en Cartagena estaba sucediendo de forma paralela entre socialistas jóvenes y menos jóvenes de otros municipios de la Región porque este partido tiene un capital humano extraordinario. Faltaba organización. Allí donde la ilusión no nacía, sobrevivía la disciplina y la resignación. Sin alternativas.
Conocí a Javier Mármol en el Instituto Marqués de los Vélez de El Palmar hace casi veinte años. Muy buena gente aquel alumnado fundamentalmente de clase trabajadora, muchos de ellos de un barrio desfavorecido, aunque aún no era conflictivo; un grupo inquieto de Sangonera la Verde, como Javier y su hermano Andrés. Entonces los centros educativos estaban abiertos por la tarde a todo tipo de actividades para los alumnos: seminarios de filosofía, cine, teatro que ellos mismos demandaban y, a veces, organizaban. Así llegábamos a conocernos bien. De aquella hornada destacaban, no recuerdo sus nombres, como una rara excepción, imbatibles y siempre adustos, los hermanos Dalton, creo que fueron de los primeros insumisos educativos.
Recientemente y durante tres años Javier y yo nos hemos sentado todos los jueves en pupitres contiguos: los de la sala de plenos del Ayuntamiento. Hemos podido comentar y compartir vivencias y reflexiones. Destaco la sinceridad y la profundidad de sus afectos. Recuerdo su autoridad como algo que me sorprendió gratamente. No estaba acostumbrada a que de una persona tan joven emanara de forma natural el prestigio y el respeto que vi a su alrededor en más de una ocasión. Javier era a los diecisiete años, un adolescente que soñaba con los ideales socialistas. Enseguida pasó a la acción. Ya se ha hablado de su trayectoria política y de su formación. No voy a repetirlo aquí A los treinta le he visto sufrir muchas veces ante las situaciones de injusticia y desigualdad. Por eso sé que Javier Mármol no será nunca un político de eslogan, no necesita empaquetados ni etiquetados. Todos los que le han conocido directamente se han asomado como yo a la hondura de sus convicciones. Sé que cumplirá todo lo que promete en su presentación como candidato a secretario general del partido en la Región porque no está escrito pensando en dar una imagen o en que resulte novedoso, aunque lo sea. Se ha escrito desde el fondo de un compromiso con los ciudadanos y ciudadanas de Murcia, tan honesto y firme, como lo eran sus ideales de adolescente socialista.
Decía al principio que asistí a la gestación del cambio. Es cierto, porque el cambio vivía ya en los anhelos de muchos compañeros y compañeras, en sus deseos siempre postergados de formación y de información, en la necesidad sentida de extender la democracia interna y profundizar en la descentralización, en la urgencia de establecer una cultura de trabajo en equipo y de auténtica igualdad con las mujeres y de reconocer a los jóvenes así como a los mayores el protagonismo que merecen. El cambio era también la añoranza de las organizaciones sociales en las que un día estuvimos, y, sobre todo, era la nueva visión de la realidad murciana, que estaban aportando las generaciones más jóvenes: se abrió una ventana, un soplo de aire fresco, el latido de la calle, la posible salida del baile de los espejos donde todo va bien siempre que sigan reflejándose unos a otros. El cambio será también, en el futuro, seguir en la calle, con los ciudadanos y ciudadanas que van a reconocer en los socialistas a sus dignos gobernantes.
Cuenta Caballero Bonald que escuchó textualmente a tía Anica la Piriñaca que cuando cantaba la boca le sabía a sangre. ¿A qué nos saben ahora a nosotros las palabras, los discursos, los sueños que se materializan? Nos saben a esperanza, a renuevos y a sal. Porque el cambio fue una marea creciente, que ahora tiene ojos, cara, lengua, corazón y tripas, y cosas de varón, como dijo el poeta. Ya es imparable. Vamos, compañeros, compañeras, podemos.
Carmen Madrid Corredera es profesora de Filosofía y militante socialista de Murcia-El Valle.
3 comentarios:
¿Qué le interesa más a Valcarcel y al PP una victoria en el congreso de Saura o la de Mármol?
He hablado con algún pepero y lo dicen bien claro: Con Saura ya se sabe lo que hay pero ¿y Mármol? Rezan todo lo que saben y pueden para que Saura siga siendo Secretario General.
Eso les garantiza seguir gobernando.
Le invitamos a darle la bienvenida al colabor@ctor más reciente y más pequeño de La Otra Chilanga.
te devuelvo la visita y nos vemos en murcia el viernes
hasta luego
Publicar un comentario