¿Dónde se encuentra Rajoy? ¿Quién sabe dónde? ¿Lo ha contratado Matutes como cocinero de su barco, en el que se ha instalado una vez más la familia Aznar-Botella-Agag? Silencio. Mariano no aparece. Paco Lobatón hace años que dejó de hacer el programa de los desaparecidos. Si TVE encargara ahora a Lobatón conducir un programa especial, extraordinario, dedicado al paradero del líder de la oposición, batiría todos los récords de audiencia, incluso en este verano cuyo único sainete, o más bien tragicomedia, se ha desarrollado en Navarra, mientras parece confirmarse que algún brujo genovés ha hecho magia negra o vudú, y con éxito, a la ciudad de Barcelona y alrededores.
Cuando estos días oye la palabra PP, Sanz mira hacia otro lado e incluso puntualiza a su interlocutor que él es el jefe de la UPN, un partido distinto al que preside Rajoy. “Mire estamos buscando puentes con Ferraz y no nos importaría en absoluto convertirnos en una especie de PSC a la navarra”, sueña sumergido en la felicidad de los justos Sanz, una vez superada la pesadilla de cerca de dos meses. Sanz está que se sale.
En Gobelas
Le ha tocado la lotería. El número no lo compró en Sort. Se lo regaló Blanco cuando lo recibió en Gobelas hace unas semanas, acompañado de Jaime Ignacio del Burgo. Hay expectación. ¿Cuándo Del Burgo abjurará de sus –hasta la fecha- firmes convicciones sobre la auténtica autoría del 11-M, aquella conjura de etarras, moritos, espías españoles y amigos de un tal Zapatero? Se ignora la fecha, pero puede producirse en breve el arrepentimiento de Del Burgo.
El eclipse
Volvamos al eclipse de Rajoy. Habían anunciado los expertos en Génova 13 que podría reaparecer en Pamplona con motivo de la nueva ascensión a los cielos de Sanz. No ha sido así. Sanz se ha desmarcado claramente de las consignas del PP. “Estoy convencido de que vamos a recuperar la senda de la unidad, al menos en lo que a nosotros respecta; cuando digo nosotros, digo UPN”, subrayó respecto a los socialistas durante la sesión del viernes, penúltima estación de su particular via crucis. Más heterodoxas aún fueron estas otras consideraciones: “La mutua lealtad, no utilizar políticamente el terrorismo y preservar el liderazgo del presidente del Gobierno en esta materia son tres principios asumibles”.
En el trastero
Es probable que Rajoy, acaso escondido en el trastero de su casa, no se haya atrevido a presentarse en la capital de Navarra. No está el horno para bollos. En marzo, con la manifestación patriótica, Pamplona fue una fiesta para él. En la actualidad, ni los de la UPN quieren que acuda. Imaginémonos que un periodista va y le pregunta: “¿Señor Rajoy, usted comparte las afirmaciones del señor Sanz sobre que no debe utilizarse políticamente el terrorismo ni cuestionar en este punto el liderazgo del señor Zapatero?”. ¿Qué podría responder Rajoy? A lo sumo esto, que es muy característico en él: “Mire usted, yo no he leído esas declaraciones del señor Sanz a las que usted se refiere y no puedo opinar. Voy a fumarme un puro y ya veremos”. Quien no corre, vuela
En ABC ya han reñido a Rajoy. Un político como él, que aspira a ser presidente del Gobierno, no debe evaporarse en agosto, sobre todo con las elecciones generales en el horizonte inmediato, argumenta su prensa amiga. Rajoy teme llegar a su despacho en Génova y encontrarse en él a Rodrigo Rato y, haciendo cola, a Gallardón y a la inefable Esperanza Aguirre, que se nos ha convertido en una devota presidenta de Madrid, recibida por el Papa Benedicto XVI, en presencia del cardenal Rouco Varela, mientras unos 5.000 jóvenes neocon aplaudían encantados. Quien no corre, vuela. O navega, como Aznar.
¿Y usted, señor Rajoy, usted, qué hace? ¿Estudia o trabaja?
Cuando estos días oye la palabra PP, Sanz mira hacia otro lado e incluso puntualiza a su interlocutor que él es el jefe de la UPN, un partido distinto al que preside Rajoy. “Mire estamos buscando puentes con Ferraz y no nos importaría en absoluto convertirnos en una especie de PSC a la navarra”, sueña sumergido en la felicidad de los justos Sanz, una vez superada la pesadilla de cerca de dos meses. Sanz está que se sale.
En Gobelas
Le ha tocado la lotería. El número no lo compró en Sort. Se lo regaló Blanco cuando lo recibió en Gobelas hace unas semanas, acompañado de Jaime Ignacio del Burgo. Hay expectación. ¿Cuándo Del Burgo abjurará de sus –hasta la fecha- firmes convicciones sobre la auténtica autoría del 11-M, aquella conjura de etarras, moritos, espías españoles y amigos de un tal Zapatero? Se ignora la fecha, pero puede producirse en breve el arrepentimiento de Del Burgo.
El eclipse
Volvamos al eclipse de Rajoy. Habían anunciado los expertos en Génova 13 que podría reaparecer en Pamplona con motivo de la nueva ascensión a los cielos de Sanz. No ha sido así. Sanz se ha desmarcado claramente de las consignas del PP. “Estoy convencido de que vamos a recuperar la senda de la unidad, al menos en lo que a nosotros respecta; cuando digo nosotros, digo UPN”, subrayó respecto a los socialistas durante la sesión del viernes, penúltima estación de su particular via crucis. Más heterodoxas aún fueron estas otras consideraciones: “La mutua lealtad, no utilizar políticamente el terrorismo y preservar el liderazgo del presidente del Gobierno en esta materia son tres principios asumibles”.
En el trastero
Es probable que Rajoy, acaso escondido en el trastero de su casa, no se haya atrevido a presentarse en la capital de Navarra. No está el horno para bollos. En marzo, con la manifestación patriótica, Pamplona fue una fiesta para él. En la actualidad, ni los de la UPN quieren que acuda. Imaginémonos que un periodista va y le pregunta: “¿Señor Rajoy, usted comparte las afirmaciones del señor Sanz sobre que no debe utilizarse políticamente el terrorismo ni cuestionar en este punto el liderazgo del señor Zapatero?”. ¿Qué podría responder Rajoy? A lo sumo esto, que es muy característico en él: “Mire usted, yo no he leído esas declaraciones del señor Sanz a las que usted se refiere y no puedo opinar. Voy a fumarme un puro y ya veremos”. Quien no corre, vuela
En ABC ya han reñido a Rajoy. Un político como él, que aspira a ser presidente del Gobierno, no debe evaporarse en agosto, sobre todo con las elecciones generales en el horizonte inmediato, argumenta su prensa amiga. Rajoy teme llegar a su despacho en Génova y encontrarse en él a Rodrigo Rato y, haciendo cola, a Gallardón y a la inefable Esperanza Aguirre, que se nos ha convertido en una devota presidenta de Madrid, recibida por el Papa Benedicto XVI, en presencia del cardenal Rouco Varela, mientras unos 5.000 jóvenes neocon aplaudían encantados. Quien no corre, vuela. O navega, como Aznar.
¿Y usted, señor Rajoy, usted, qué hace? ¿Estudia o trabaja?
Enriq Sopena
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