
El escritor afirmó que los portugueses aceptarían la "integración territorial, administrativa e estructural" con España si fuese bien explicada: "Con diez millones de habitantes, (Portugal) tendría todo que ganar en cuanto a desarrollo, y no sería una cesión ni acabar con el país, continuaría de otra manera. No se dejaría de hablar, de pensar y de sentir en portugués, (...) y no seríamos gobernados por españoles, habría representantes de los partidos de ambos países en un parlamento único con todas las fuerzas políticas de Iberia", declaró Saramago y se desató en vendaval.
Las críticas, los chistes, las adhesiones y las ironías comenzaron a llover en las webs y blogs de los diarios de Portugal y de España, que con mayor o menor seriedad se pronunciaron sobre la propuesta del escritor. “No tiene nada que ver unir España y Portugal (Saramago y su demencia senil), con esta fiebre de la Confederación Ibérica donde coexistirían "naciones" como Cataluña, Euskadi, Galicia, Andalucía, Portugal y ¿Castilla? Portugal es un país, con una identidad definida y marcada, y España es otro país, con identidad también definida, aunque les duela a esos nacionalistas que hacen titánicos esfuerzos para transformar esa identidad española”, escribió en elpaís.com, un lector de nombre Bosco.
En cambio Enrique, otro español, se sumó a la idea de Saramago: “Me encanta Portugal. ¡Para qué quiere Portugal hacerse española! ¡Hagámonos nosotros portugueses! En serio, con fusión o sin ella, creo que tenemos mucho que aprender los unos de los otros”.
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