“No se puede hablar ni dialogar ni negociar con los terroristas, el Gobierno no se puede sentar con unos asesinos”, viene repitiendo con aparatosa insistencia el estado mayor de la derecha, integrado por la cúpula del PP; los hombres fuertes del episcopado, como Rouco Varela, Cañizares y otros prelados, y jefes, gurús o guías mediáticos de los conservadores, como Federico Jiménez Losantos y Pedro J. Ramírez, principalmente.
Esta opinión se ha convertido, para amplios sectores de la sociedad española, en dogma o verdad relevada. A la derecha le entusiasma y le enardece el pensamiento único, que es el suyo, aunque en ocasiones parece que tenga más de único que de pensamiento. Porque sólo desde la estolidez, la ignorancia o el cinismo más descarado puede propagarse como sentencia inamovible una estupidez como ésa.
Julio de 1946
A las 12 horas y 37 minutos del mediodía del 22 de julio de 1946 resonó una fuerte explosión en las murallas de Jerusalén. El lujoso Hotel King David fue dinamitado. Murieron cerca de 100 personas, entre británicos y algunos árabes. El dirigente del grupo armado terrorista Irgan, de carácter sionista, que ordenó el atentado, era Menahem Begin, promotor asimismo de otras acciones especialmente sangrientas.
Potencia Administradora
El sionismo más radical había decidido atacar entonces objetivos británicos. Después de la primera guerra mundial, la Sociedad de Naciones atribuyó al Reino Unido la condición de Potencia Administradora de Palestina. Esta situación colonial se mantuvo hasta que en 1947 –un año después del atentado contra el King David- la ONU acordó, tras conversaciones, diálogos y negociaciones, partir Palestina y crear el Estado de Israel.
Treinta años después
El terrorista Begin acabó siendo primer ministro de Israel y líder del Likud, el partido de la derecha israelí. Participó en las conversaciones de paz de Camp David, junto a Anuar el Sadat, presidente de Egipto y bajo el tutelaje del presidente norteamericano Carter. Era septiembre de 1978. Habían transcurrido cerca de treinta años desde la masacre del citado hotel. Begin fue distinguido nada menos que con el Premio Nobel de la Paz. También recibió el galardón Sadat, quien murió asesinado, por cierto, en un atentado perpetrado por un grupo integrista musulmán.
Una goma imposible
Al respecto, el cretinismo genovés se multiplica casi hasta el infinito porque el PP pretende además borrar de la memoria, con una goma imposible, sus propias negociaciones con ETA, cuando la tregua de aquel momento -hace menos de diez años- le tocó gestionarla a José María Aznar en su calidad de presidente del Gobierno. Esas conversaciones, directas o indirectas, condujeron precisamente al traslado de presos –que incluyó a De Juana Chaos, que estaba en aquel tiempo cumpliendo condena por sus 25 asesinados-, a los beneficios penitenciarios y a otras concesiones.
Simplismo mental
Muchos conflictos bélicos o armados –y el de ETA lo es y viene de muy lejos- se han acabado a lo largo de la historia, mediante conversaciones entre las partes enfrentadas. También, claro está, se puede negar frívolamente esta afirmación diciendo que no es de aplicación en el caso de ETA. Pero sostener semejante teoría no es más que otro tributo al simplismo mental.
El corso independentista
El historiador alemán Emil Ludwig (1888-1948), uno de los más sobresalientes biógrafos de Napoleón Bonaparte, recuerda en su libro dedicado al corso independentista que, ¡oh paradojas!, llegó a emperador de Francia esta frase de cuando empezaron sus hazañas guerreras: “Creo que para precipitar la paz es preciso llevar a un tiempo la guerra y las negociaciones”. Es decir, y en términos de la cuestión que nos ocupa, se trata de simultanear la vía policial y judicial con la de las “negociaciones” o, si se quiere, el diálogo.
Nicolás Sarkozy
A propósito de franceses. El candidato a la presidencia Nicolás Sarkozy manifestó el martes a El Mundo –rendido editorialmente a los pies de este conservador galo- que “cuando negociar puede permitir poner fin a la violencia, hay que saber asumir el riesgo del diálogo, aunque sea difícil y peligroso”. No otra cosa ha hecho hasta el día de hoy el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. Ha asumido “el riesgo” subrayando una y otra vez que todo ello era y es “difícil y peligroso”.
¿Perverso?
Una cosa es que el intento de conversar con los terroristas sea “difícil y peligroso” y otra bien distinta es que sea perverso en sí misma. Procurar que no haya más víctimas y que se alcance la paz no sólo no es perverso, sino que es laudable. Sin embargo, para esta derecha todos los esfuerzos encaminados a convencer a ETA de que abandone las armas son fundamentalmente repudiables, propios de traidores o de cómplices de los asesinos.
Esta opinión se ha convertido, para amplios sectores de la sociedad española, en dogma o verdad relevada. A la derecha le entusiasma y le enardece el pensamiento único, que es el suyo, aunque en ocasiones parece que tenga más de único que de pensamiento. Porque sólo desde la estolidez, la ignorancia o el cinismo más descarado puede propagarse como sentencia inamovible una estupidez como ésa.
Julio de 1946
A las 12 horas y 37 minutos del mediodía del 22 de julio de 1946 resonó una fuerte explosión en las murallas de Jerusalén. El lujoso Hotel King David fue dinamitado. Murieron cerca de 100 personas, entre británicos y algunos árabes. El dirigente del grupo armado terrorista Irgan, de carácter sionista, que ordenó el atentado, era Menahem Begin, promotor asimismo de otras acciones especialmente sangrientas.
Potencia Administradora
El sionismo más radical había decidido atacar entonces objetivos británicos. Después de la primera guerra mundial, la Sociedad de Naciones atribuyó al Reino Unido la condición de Potencia Administradora de Palestina. Esta situación colonial se mantuvo hasta que en 1947 –un año después del atentado contra el King David- la ONU acordó, tras conversaciones, diálogos y negociaciones, partir Palestina y crear el Estado de Israel.
Treinta años después
El terrorista Begin acabó siendo primer ministro de Israel y líder del Likud, el partido de la derecha israelí. Participó en las conversaciones de paz de Camp David, junto a Anuar el Sadat, presidente de Egipto y bajo el tutelaje del presidente norteamericano Carter. Era septiembre de 1978. Habían transcurrido cerca de treinta años desde la masacre del citado hotel. Begin fue distinguido nada menos que con el Premio Nobel de la Paz. También recibió el galardón Sadat, quien murió asesinado, por cierto, en un atentado perpetrado por un grupo integrista musulmán.
Una goma imposible
Al respecto, el cretinismo genovés se multiplica casi hasta el infinito porque el PP pretende además borrar de la memoria, con una goma imposible, sus propias negociaciones con ETA, cuando la tregua de aquel momento -hace menos de diez años- le tocó gestionarla a José María Aznar en su calidad de presidente del Gobierno. Esas conversaciones, directas o indirectas, condujeron precisamente al traslado de presos –que incluyó a De Juana Chaos, que estaba en aquel tiempo cumpliendo condena por sus 25 asesinados-, a los beneficios penitenciarios y a otras concesiones.
Simplismo mental
Muchos conflictos bélicos o armados –y el de ETA lo es y viene de muy lejos- se han acabado a lo largo de la historia, mediante conversaciones entre las partes enfrentadas. También, claro está, se puede negar frívolamente esta afirmación diciendo que no es de aplicación en el caso de ETA. Pero sostener semejante teoría no es más que otro tributo al simplismo mental.
El corso independentista
El historiador alemán Emil Ludwig (1888-1948), uno de los más sobresalientes biógrafos de Napoleón Bonaparte, recuerda en su libro dedicado al corso independentista que, ¡oh paradojas!, llegó a emperador de Francia esta frase de cuando empezaron sus hazañas guerreras: “Creo que para precipitar la paz es preciso llevar a un tiempo la guerra y las negociaciones”. Es decir, y en términos de la cuestión que nos ocupa, se trata de simultanear la vía policial y judicial con la de las “negociaciones” o, si se quiere, el diálogo.
Nicolás Sarkozy
A propósito de franceses. El candidato a la presidencia Nicolás Sarkozy manifestó el martes a El Mundo –rendido editorialmente a los pies de este conservador galo- que “cuando negociar puede permitir poner fin a la violencia, hay que saber asumir el riesgo del diálogo, aunque sea difícil y peligroso”. No otra cosa ha hecho hasta el día de hoy el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. Ha asumido “el riesgo” subrayando una y otra vez que todo ello era y es “difícil y peligroso”.
¿Perverso?
Una cosa es que el intento de conversar con los terroristas sea “difícil y peligroso” y otra bien distinta es que sea perverso en sí misma. Procurar que no haya más víctimas y que se alcance la paz no sólo no es perverso, sino que es laudable. Sin embargo, para esta derecha todos los esfuerzos encaminados a convencer a ETA de que abandone las armas son fundamentalmente repudiables, propios de traidores o de cómplices de los asesinos.
¿Estolidez? ¿Ignorancia? ¿Cinismo?
Enriq Sopena
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