Ponerse a la cola de quienes tiran al muñeco de De Juana, esa vaga imagen Benetton que ya se desvanece en un hospital de San Sebastián, es el deporte nacional. Se agotan los sinónimos de la palabra asesino. Y a uno también le pide el cuerpo expresar la repulsión que le produce este sujeto cargado de tan sangriento historial. Hasta el punto de sentir que le dejaría frío su eventual fallecimiento, por causas naturales o artificiales. Pero también cree modestamente que debe sobreponerse a sentimientos insanos y compartir el punto de vista de Rubalcaba cuando dice públicamente que nosotros no somos como los terroristas. Y que, por tanto, no le deseamos la muerte a nadie. Ni a un terrorista.
Los sentimientos humanitarios como razón, o como pretexto, de la reciente iniciativa del Gobierno, apoyada por la Junta de Tratamiento de la cárcel de Carabanchel, el fiscal, el juez de Vigilancia Penitenciaria y todos los partidos políticos, excepto el PP, para trasladar a un hospital vasco al etarra De Juana Chaos, una vez clasificado en "segundo grado". El objetivo, como ha explicado el ministro del Interior, es salvarle la vida sin dejar de aplicar las previsiones legales que hacen al caso. El propio juez de Vigilancia Penitenciaria, al avalar la legalidad de la decisión, se hace eco en su auto del jueves pasado de los informes médicos que advertían de posibles "lesiones orgánicas irreversibles" o incluso de una "muerte súbita". Y a renglón seguido declara que "el Estado de Derecho no debe renunciar a la aplicación de disposiciones legales que encuentren su fundamento en los principios de humanidad".
Pero el aspecto humanitario sólo es la clave del trasfondo político del caso. El Gobierno quiere evitar la muerte de De Juana, claro, pero no tanto por la grandeza del Estado de Derecho o por los rasgos beneméritos que adornan la conducta de Zapatero y sus ministros, sino, sobre todo, porque la muerte de De Juana Chaos produciría un indeseable subidón en los dos extremos de la pinza: el que ocupa la gente de Acebes y el que ocupa la gente de Otegui.. A eso se refiere Blanco cuando dice que "Muchos desean la muerte de De Juana". La carga de la frase no es humanitaria sino política. Como esta otra: "Si De Juana muere, ETA mata". En boca de un alto responsable de la política antiterrorista, esa ecuación nos acaba de acercar al cálculo político elaborado por el estado mayor de Zapatero antes de dar el paso de trasladar a De Juana a un hospital de San Sebastián.
El Gobierno no quiere que ETA vuelva a matar, claro. Por tanto, no tiene sentido añadir un mártir al santoral de ETA. Ni de que la tensión suba más todavía. La teoría del mal menor. El Gobierno valoró las graves consecuencias de la muerte del etarra. Hizo lo que creyó oportuno para preservar su vida sin ponerlo en libertad. Y se le ocurrió lo de la prisión atenuada. Del sustantivo nos fiamos.
Antonio Casado.
Los sentimientos humanitarios como razón, o como pretexto, de la reciente iniciativa del Gobierno, apoyada por la Junta de Tratamiento de la cárcel de Carabanchel, el fiscal, el juez de Vigilancia Penitenciaria y todos los partidos políticos, excepto el PP, para trasladar a un hospital vasco al etarra De Juana Chaos, una vez clasificado en "segundo grado". El objetivo, como ha explicado el ministro del Interior, es salvarle la vida sin dejar de aplicar las previsiones legales que hacen al caso. El propio juez de Vigilancia Penitenciaria, al avalar la legalidad de la decisión, se hace eco en su auto del jueves pasado de los informes médicos que advertían de posibles "lesiones orgánicas irreversibles" o incluso de una "muerte súbita". Y a renglón seguido declara que "el Estado de Derecho no debe renunciar a la aplicación de disposiciones legales que encuentren su fundamento en los principios de humanidad".
Pero el aspecto humanitario sólo es la clave del trasfondo político del caso. El Gobierno quiere evitar la muerte de De Juana, claro, pero no tanto por la grandeza del Estado de Derecho o por los rasgos beneméritos que adornan la conducta de Zapatero y sus ministros, sino, sobre todo, porque la muerte de De Juana Chaos produciría un indeseable subidón en los dos extremos de la pinza: el que ocupa la gente de Acebes y el que ocupa la gente de Otegui.. A eso se refiere Blanco cuando dice que "Muchos desean la muerte de De Juana". La carga de la frase no es humanitaria sino política. Como esta otra: "Si De Juana muere, ETA mata". En boca de un alto responsable de la política antiterrorista, esa ecuación nos acaba de acercar al cálculo político elaborado por el estado mayor de Zapatero antes de dar el paso de trasladar a De Juana a un hospital de San Sebastián.
El Gobierno no quiere que ETA vuelva a matar, claro. Por tanto, no tiene sentido añadir un mártir al santoral de ETA. Ni de que la tensión suba más todavía. La teoría del mal menor. El Gobierno valoró las graves consecuencias de la muerte del etarra. Hizo lo que creyó oportuno para preservar su vida sin ponerlo en libertad. Y se le ocurrió lo de la prisión atenuada. Del sustantivo nos fiamos.
Antonio Casado.
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