17 de febrero de 2007

Para que no se olvide

Hay que seguir diciendo, para que no se olvide, que algunos políticos; hoy en la oposición, y anteriormente con responsabilidades de gobierno, pasarán a la historia por su nefasta gestión amén de sus compulsivas mentiras.

Recordar las mentiras y las chapuzas de Federico Trillo con respecto al Yakolet 42; los hilillos de plastilina con respecto al Prestige en boca de Don Mariano; la bellaca altanería de Aznar depositando un bolígrafo en el pecho de una periodista; las declaraciones de Pujalte en algunos programa de televisión; las mentiras de Acebes en los atentado del 11-M y un largo etcétera. Todo ello aderezado por una secta mediática en confabulación con las directrices marcadas de crispación y leña al mono.

Fueron los primeros y únicos que consiguieron una manifestación de ciudadanos vueltos de espaldas, a modo de marea en reverso, cantando aquello de: “con este gobierno vamos de culo”, caminando hacia atrás por las calles de Madrid. Pero ellos, sin complejos, hicieron oídos sordos al clamor ciudadano que no quería participar en una guerra injusta e inmoral, a la vez que pedía explicaciones por el infinito chapapote que embadurnaba las playas de Galicia.

Hoy, después de transcurrido un tiempo, siguen instalados en la coartada infame de una alucinada moratoria, aquella que consiste en hacernos creer que fueron desalojados del poder a través de una conspiración oscura y, por lo tanto, si su regreso no es inmediato, España se hará añicos y hay que volver a salvarla urgentemente.

Si todos los informes apuntan a que los atentados del 11-M, en ningún caso hubo intervención de ETA, todo se sigue debiendo a la conspiración orquestada y hay que seguir investigando la verdad. Pero la verdad parece ser otra en cuanto a las armas de destrucción masiva en Irak o los interrogatorios en Guantánamo. Osea, su verdad, especialista en fabricar cortinas de humo e intentar marcar la agenda política de un país, cuyos ciudadanos, son mucho más inteligentes de lo que ellos pretenden.

Y esto hay que seguir recordándolo, para que no se olvide; que una cosa es el talante, y otra, que nos hagan pasar por imbéciles.
Diego Cruz

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