La economía española va a cerrar 2006 como un ejercicio ciertamente bueno, y encara el año próximo con un pronóstico que lo empeora sólo levemente. El panorama descrito por el vicepresidente Pedro Solbes en la presentación del Plan de Estabilidad discurre, en lo fundamental, por la misma senda por la que transita nuestra economía desde hace años. En el lado favorable encontramos un crecimiento vivo del PIB, unos destacados niveles de creación de empleo, una mayor estabilidad de las cuentas públicas, con un 1,5% de superávit para el conjunto de las administraciones y una inflación razonablemente moderada. En el lado menos bueno nos enfrentamos a la fragilidad de un crecimiento basado en exceso en el consumo y la construcción, aunque este año es muy relevante la aportación de la inversión que sirve para apuntalar el futuro; a la pérdida de competitividad que provoca el diferencial de inflación con el nivel más moderado de nuestros socios y competidores de la UE; y a las cuantiosas necesidades de financiación exterior que requiere nuestro modelo de desarrollo.
La situación de la economía española es buena, y las críticas que el Gobierno recibe tanto desde su derecha como desde su izquierda resultan poco consistentes. Es conveniente y sensato que quienes desempeñan labores de oposición insistan en los desafíos a que se enfrenta nuestra economía y en los riesgos que acarrea nuestro modelo de crecimiento. Pero siempre que se reconozcan los logros conseguidos, que son muchos y duraderos. Baste señalar que España va a cumplir holgadamente con los compromisos de estabilidad asumidos con la Unión Europea, algo que no son capaces de hacer otras economías supuestamente más sólidas y poderosas. De cara al inmediato futuro, y a pesar de las negras previsiones que formulan los más pesimistas, lo cierto es que la economía española encara otro año que se augura positivo. El vicepresidente Solbes sitúa la tasa de crecimiento en el 3,4%, aunque ya aventura que incluso podría ir mejor. Y anuncia la creación de medio millón de nuevos empleos, lo que permitirá rebajar el paro por debajo del nivel del 8%, a pesar del aumento de la población activa y de los flujos migratorios. Al final del periodo considerado en el Plan presentado -2010- superaremos la media europea en renta per cápita. Un objetivo que en su día resultaba ambicioso, pero que ha quedado un tanto devaluado tras la acelerada ampliación de la UE a 25 miembros.
Con toda seguridad, el aspecto más arriesgado de su previsión radica en el anuncio de un cambio progresivo del modelo de crecimiento con una mayor aportación del sector exterior y una menor participación de la demanda interna. Eso resultaría saludable y positivo. Pero exige una mejora sustancial de nuestra productividad - a lo que ayudará el incremento actual de la inversión - para que podamos ser más competitivos. Del mismo modo, precisa que las economías centrales europeas se recuperen y respondan así a nuestra disposición productiva. Sólo de esa manera la economía española ganará en solidez y podrá aspirar a prolongar durante más tiempo la actual e histórica fase de bonanza.
laverdad.es
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