11 de diciembre de 2006

No muere ni inocente ni impune

En la muerte de Augusto Pinochet es imprescindible mostrar solidaridad y respeto con las miles de víctimas de su dictadura. Aunque ya no habrá una sentencia judicial por sus múltiples delitos, Augusto Pinochet no muere como inocente, ni tampoco en la impunidad. Muere sin una condena de la justicia, cierto, pero procesado en múltiples causas y atormentado en sus últimos años de vida por las evidencias de genocidio y su enriquecimiento ilícito aprovechando su poder absoluto ilegítimo.
Nunca hubiera imaginado que su final sería el que ha sido. Su acreditada soberbia le hacía creer que pasaría a la historia como un salvador de su pueblo y ha muerto abandonado, incluso, por muchos de sus discípulos y colaboradores, militares y civiles, estómagos agradecidos aparte. En una paradoja más de su destino, el dictador muere además el día del aniversario de la declaración de los Derechos Humanos, para que cada año recordemos la coincidencia.
Pinochet deja hoy el Chile que precisamente él más odiaba. Un país democrático, abierto al mundo, con una mujer socialista en la presidencia de la República, Michelle Bachelet, una de sus víctimas durante su régimen de exterminio. Sucesora además en el Palacio de la Moneda del presidente Ricardo Lagos, también socialista, tal vez el símbolo más visible de la oposición política en los últimos años de su dictadura. Pinochet ha recogido lo que ha sembrado y la historia le ha condenado de forma concluyente, sin justificación alguna a su traición a la larga tradición institucional chilena.
Admirador del dictador Francisco Franco –fue el único mandatario extranjero en activo que asistió a sus funerales en Madrid en 1975- sería precisamente un juez español, Baltasar Garzón, quién con su solicitud de extradición ante la justicia británica, provocaría un enorme cambio en el hasta entonces plácido retiro del dictador chileno. Desde aquél 16 de octubre de 1998, con su retención en Londres, la práctica política y el ejercicio de la justicia modificaron de forma sustancial un guión prefijado por los protagonistas del régimen militar. La compleja transición chilena, con unas Fuerzas Armadas tutelando el proceso de recuperación de las libertades, sufrió una enorme convulsión.
No está demás recordar ahora cómo el gobierno de José María Aznar puso a trabajar de forma prioritaria al entonces Ministro de Exteriores, Abel Matutes, y a los fiscales Cardenal y Fungairiño, para frenar las acciones de Garzón y evitar la extradición de Pinochet a España. Aquella actitud obstruccionista del gobierno español no impediría, sin embargo, que aquellos largos meses de cautiverio en Londres actuaran como una catarsis en la sociedad chilena en el mismo momento de aquél esperpéntico regreso del dictador a Santiago, cuando se levantó y pasó revista, resucitado y sonriente, a sus disciplinadas tropas.
Su estado de salud ha sido desde entonces argumento principal de sus abogados defensores para esquivar o prolongar la acción de la justicia en las múltiples causas abiertas contra él. Aquél siniestro general, que escondía sus ojos en aquellas negras gafas que usaba después del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, prefirió terminar sus días refugiado en un diagnóstico de supuesta “demencia senil” antes que tener que mirar a la cara de los sobrevivientes a sus crímenes en un juicio. Nunca pidió perdón por sus fechorías pero hoy todo el mundo sabe que era culpable.
Antoni Traveria es periodista y director de la Fundación Casa América Cataluña

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Otro que se muere en con la misma tranquilidad que Franco.


http://unabohemia.blogspot.es/

Unknown dijo...

Sí, otro que se va de "rositas" pero con una pequeña diferencia, ha muerto sintiendo el yugo de la ley encima.

Un fascista asesino menos!

Saludos!

Anónimo dijo...

No lego a terminar su juicio frenta a la "justicia humana"...pero ya le juzgará la "justicia universal" y sobre todo : Ya le juzgará la historia

Unknown dijo...

No creo en justicias universales, pero ciertamente la historia le juzgará, aqui en España ¿la historia ha juzgado a nuetro dictador?

Estará quizá todo demasiado reciente, pero tengo la sensación de que aún no se ha hecho justicia.

Besos

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