Me gusta el cine, lo confieso, pero me gusta en una buena sala de proyección en donde nadie me distrae y puedo recrearme y mantener la atención. Por desgracia no es fácil poder darnos el placer de ver una buena “peli” en un buen cine, porque ha tiempo decidimos desarrollar toda nuestra vida en un pueblo de la zona más desfavorecida de la región. Pero aquí andamos y de vez en cuando nos escapamos y disfrutamos un rato.
Motivada como estaba por el tema del dichoso entubamiento de aguas y por algunas cositas que había oído de posibles tejemanejes en otro ámbito también acuícola, me fui a ver TAMBIÉN LA LLUVIA de Iciar Bollaín. Ya iba caliente porque la rebelión de Cochabamba, aunque no tuvo mucho eco en los medios de comunicación –esas cosas no interesan no vaya y se nos contagien- los medios alternativos de los que era asidua, me acercaron al tema, y quise ver el tratamiento dado. Resultado: bastante bueno y realista.
Confieso que empecé a sentirme india, que entré en los personajes, que veía claro que nos están explotando, que quieren sacarnos el dinero casi, casi…hasta por respirar. Y además que el agua es el oro y el petróleo del siglo XXI, cosa que unos poquitos quieren apresurarse a controlar para tomar posiciones ventajosas.
Los ciudadanos de aquella ciudad, tercera en importancia en Bolivia, defendieron su derecho a disponer del agua que era un bien común, a ser ellos quienes la administraran, a no tener que pagar cantidades que eran superiores a sus posibilidades. La mayoría fueron mujeres que percibieron más que nadie lo que les supondría carecer del líquido-elemento: para dar de beber a sus hijos, para cocinar, para su aseo, para regar sus huertos. Decían las mujeres: El agua es nuestra, el agua es sagrada, el agua es la vida.
El pueblo de Cochabamba logra cambiar la Ley de Agua Potable y Alcantarillado. Perpetuando aquél movimiento, basado en un proceso de discusión, debate y participación, aún conserva un eslogan escrito en las paredes: “Bebo agua, luego existo, entonces voto” Y todo este hecho sucede hace poquitos años, entre 1999 y 2006 aproximadamente.
Como actores extras de la película muchos descubren que están siendo objeto de una nueva invasión, de una nueva llegada de expoliadores que encuentran en el agua otra forma de esclavizar. Les quieren quitar hasta la lluvia.
Aquello indios reaccionaron, nosotros, los que nos hemos acostumbrado a una sociedad de la opulencia y la pasividad no queremos saber casi de nada que no sea nuestras cositas particulares. Por ejemplo, ¿quién ha movido un dedo por denunciar la venta a empresas privadas de nuestros servicios de agua y alcantarillado? Alucinados por el dinero que ofrecían las empresas, nuestros ayuntamientos cayeron en los brazos del becerro de oro y privatizaron lo que siempre había sido de gestión municipal. Pero no digamos que los contratos se firmaron para uno, dos, cinco o diez años…¡están hechos para 25 años! ¡Y pueden pasar tantas cosas! En algunos sitios ya vamos por el segundo periodo de 25 años.
Decisiones de gran calado para lo que la ciudadanía no fue ni consultada, ni informada. Pagando el recibo con otro membrete y a otra cosa. Yo sigo sin aceptar la situación y adopto la fórmula de dirigirme al ayuntamiento cuando tengo algún problema, ya que no he contratado con empresa alguna. Por muy representantes míos que se consideren los que gobiernan, yo me había leído el programa electoral y en el mismo no se hablaba de que traspasarían las responsabilidades sobre el agua a una multinacional.
Como me he propuesto aprovechar la gentileza de este medio, al publicarme estos sencillo artículos para acercar mis reflexiones y descubrimientos a la gente, aprovecho la ocasión para hacer públicas mis dudas que supongo son también las de muchos y muchas de ustedes.
En su día, y a pesar de no estar de acuerdo con eso de “vender el servicio de aguas” o privatizarlo (cada uno lo llama de una forma), me atreví - ¡Oh gran osadía por mi parte! – a proponer algunas fórmulas que suavizaran o hiciesen más racional la decisión. Fue una de ellas que el dinero del contrato no se cobrara de antemano, sino que se fraccionara en anualidades y que esas cantidades se dedicasen a revisar y modernizar nuestro sistema de abastecimiento de aguas y alcantarillado. Sin embargo parece que el modelo que se lleva es el de “coge el dinero y vete”, es decir cobramos de antemano y nos gastamos los dineros en lo que haga falta, que siempre en los pueblos son muchas cosas, aunque no siempre todas urgentes.
Más dudas que tengo al respecto
¿Dónde puedo leerme de forma asequible y en lenguaje cotidiano el texto del contrato?
¿Existe alguna comisión de seguimiento de la eficiencia de la gestión de la empresa? ¿Hay algún buzón, página WEB o similar en donde la gente corriente puede dejar sus sugerencias? Y así sigo y sigo con mis dudas y mi ignorancia.
Hay una cosa que parece que se me ha aclarado. Partiendo de un principio básico de que las empresas no son las Hermanitas de la Caridad, y que sus objetivos son ganar dinero, ¿por qué hemos hecho ese traspaso? ¿Acaso la gestión municipal no puede ser también ganadora o por qué lo público no es rentable?
Por lo tanto, recordando a Cochabamba, y aunque lo haga de manera pacifica y solo literaria, confieso que me rebelo contra la privatización de los servicios públicos ya sea la educación, la sanidad, los transportes, y en este caso algo tan de todos como es el agua.
Ángeles Trujillo Ponce.- Forma parte del Foro Ciudadano de Calasparra y de la Región de Murcia.
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