10 de junio de 2009

La Europa de los doberman

Europa vota a liberales y conservadores, los partidos políticos que asumen la tradición económica del capitalismo salvaje. Esto es, la que nos metió en el embrollo actual. Caperucita Roja elige al lobo como eurodiputado. Quizá porque ya no sea roja o porque no encuentre a nadie que la represente...


Los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo que concluyeron el pasado 7 de junio confirman la caída de la izquierda socialdemócrata y la supervivencia, a duras penas, de verdes, radicales y postcomunistas. Si sigue siendo cierto que, como vaticinó Jean Paul Sartre, en la Europa de hoy sería imposible la revolución porque mancharía la alfombra, ¿dónde está el voto bronca, el del basta ya, el de la rebeldía que la izquierda relativamente moderada no ha sabido traducir en escaños? Lo más probable es que anide en esa abstención superior al 56 por ciento y que en el caso de Grecia ha llegado incluso a saltarse a la torera la obligatoriedad de votar. Sólo en ese país, en Rumania, en Eslovaquia, en Suecia y en la diminuta Malta, los partidos progresistas han salvado holgadamente los muebles electorales.
De entre los veintisiete países miembros de la Unión, algunas antiguas repúblicas soviéticas no sumaron ni el 20 por ciento de voto: ocurrió en Eslovaquia –allí están contentos porque la participación ha subido del 17 por ciento de 2004—al 19 por ciento, en Lituania –donde crecen los euroescépticos con un 85 por cientos de abstenciones-- o en Eslovenia. Sin embargo, el grueso de la abstención quizá obedezca más a la ignorancia que a la repulsa de unas instituciones europeas que los ciudadanos consideran remotas e inamovibles a pesar de la alta incidencia que sus decisiones tiene sobre la vida cotidiana de las diferencias naciones. Especialmente paradójico resulta el caso español, que quizá responde a la emergencia de cuatro millones de parados: mientras los gobiernos conservadores alemanes y franceses han sido respaldados por su cuerpo electoral, a los socialistas de Rodríguez Zapatero acaba de ganarle el Partido Popular, cuando apenas hay diferencias en la política económica que aplica el ejecutivo español y el resto de sus socios comunitarios y cuando no se sabe a ciencia cierta cual es la alternativa que, al respecto, brinda la formación que lidera ya más que nunca Mariano Rajoy.
Mejor caer en las brasas que en el fuego, dirán algunos. El crack del 29 se tradujo en la victoria electoral del Partido Nacionalsocialista de Adolf Hitler en la Alemania de la República de Weimar y en la larga marcha del fascismo italiano sobre las ruinas de la República que había forjado Garibaldi. Ahora, lo más parecido al Duce es Il Cavaliere y la falocracia fascista se reduce a los penes con síntomas de viagra o de priapismo en los festorrios de la villa de Berlusconi en Cerdeña.
Resulta pintoresco, por cierto, que se excluya de los cuadros sinópticos de la extrema derecha al Gobierno de coalición que este impresentable preside en la patria de Pier Paolo Pasolini y de Lucino Visconti. Si su partido El Pueblo de la Libetad obtuvo el 35 por ciento del escrutinio, la xenófoba Liga Norte, adalid del llamado nacionalismo padano, duplica resultados pasando de un 5 a un 10 por ciento del electorado. Y eso que el observatorio Parlorama, eligió a su líder Umberto Bossi como "eurovago" de la legislatura porque en cuatro años tan sólo asistió al 9 por ciento de las reuniones programadas, no formuló ni una sola pregunta oral ni tampoco realizó propuestas, aunque, eso sí, dirigió una pregunta por escrito. Ahora cobrará 100.000 euros al año.
El progresismo europeo cae en desgracia, mientras en Francia crece el apoyo al presidente Sarkozy que reprimió con guante de hierro la revuelta de los banlieux cuando era ministro del Interior y repite escaño ese Jean Marie Le Pen que se permite negar en voz alta el holocausto y que fundara Le Front National aglutinando en su día el voto descontento de la izquierda de los suburbios de Marsella. En Holanda, gana adeptos con un impresionante 15 por ciento del electorado Geert Wilders y su pretendido Partido de la Libertad entre cuyos postulados promueve la prohibición del Corán y la deportación inmediata de los subjetivos “terroristas callejeros”, cuya definición parece escaparse de las frágiles fronteras del estado de derecho.
De nada sirvió que Jörg Haider –evangelista del nazismo, del antisemitismo y azote de la inmigración-- entregara su alma al dios de los arios corriendo a toda leche y beodo en su automóvil. Sus herederos ideológicos han alcanzado el 18 por ciento de los sufragios en Austria donde el FPO --el acrónimo de un nuevo y sorprendente Partido para las Libertades--, llamó a reivindicar el "Occidente en manos de los cristianos". La ascensión de la extrema derecha llega incluso a los países nórdicos, desde Finlandia al Partido del Pueblo Danés que ha duplicado el porcentaje de votos del 6,8 por ciento que alcanzara en las europeas de 2005, situándose en un 14,9 por ciento. En Hungría, los ultranacionalistas de "Jobbik" usaron marchas militares como banda sonora de sus actos públicos y propagandísticos. Y en el Reino Unido ha logrado escaños el xenófobo British National Party, que ha causado furor con un eslogan excluyente: "Los empleos británicos para los trabajadores británicos". ¿Y dónde colocamos a la Polonia de los escalofriantes y homófonos hermanos Kaczynski, que lograron casi el 30% de los votos y 16 escaños el pasado domingo?
Si sustituyéramos, en los discursos europeos actuales, la palabra “musulmán” por la palabra “judío”, todos pensaríamos que Goebbels habría resucitado. Por ejemplo. ¿Y qué decir del Partido Nacional que proponía en la República Checa “una solución final para la cuestión gitana”?. Claro que Turquía sirvió, más que nunca, como cabeza de turco. En Bulgaria, el partido "Ataka" basó toda su campaña en la consigna "no a Turquía en Europa" y cargó sus tintas contra la inmigración, lo que también ocurría en Eslovenia: pero, en el anterior mandato legislativo, ¿no sumaron fuerzas los conservadores con numerosos socialistas para sacar adelante la llamada “directiva de la vergüenza” que criminaliza a los trabajadores sin papeles y a quienes les ayudan?. Ese tipo de medidas no parece haber servido como antídoto a la ola de racismo que empieza a tomar cuerpo electoral. Antes bien, casi podría decirse que aquellas lluvias quizá alimentaran a estos lodos.
Durante la campaña, algo parecido ocurrió en Holanda, mientras los democristianos alemanes intentaban hacerse con el voto de los 600.000 inmigrantes turcos con derecho a ejercerlo, apelando a un trato privilegiado entre la Unión y dicho país, sin tener que llegar necesariamente a su adhesión plena. Corremos la tentación de que, bajo tales parámetros, los progresistas españoles podamos incluso sentirnos aliviados de que la victoria del Partido Popular español contribuya a quitarle fuerza a posiciones más extremas en el grupo conservador a escala comunitaria. Esto es, si se tratase de un concurso canino –que no lo es--, preferiríamos a los mixto-lobos antes que a los doberman. Pero, ¿dónde están los nuestros, los caniches, los perros callejeros, los chuchos que con un largo pulso sindical y político lograron que la historia siguiera adelante? Al menos, los verdes lograrán situarse en 53 escaños de entre los 736 del europarlamento. El resto no sólo fue devorado por el euroescepticismo y por el tedio sino quizá, más que probablemente, por un modelo de Unión que se aleja de aquella soñada Europa de los Pueblos, en donde pesara más el arte de la política que la máquina de hacer dinero.
Después del 7 de junio, en un continente donde conviven primeras potencias mundiales con el farolillo rojo de los países emergentes, volvemos a estar más cerca del Mercado Común que del Tratado de Lisboa, ese tocho infumable que es lo que queda de Constitución Europea. No sabemos por cuanto tiempo.
Juan José Téllez es escritor y periodista, colaborador en distintos medios de comunicación (prensa, radio y televisión). Fundador de varias revistas y colectivos contraculturales, ha recibido distintos premios periodísticos y literarios. Fue director del diario Europa Sur y en la actualidad ejerce como periodista independiente para varios medios. En paralelo, prosigue su carrera literaria como poeta, narrador y ensayista, al tiempo que ha firmado los libretos de varios espectáculos musicales relacionados en mayor o menor medida con el flamenco y la música étnica. También ha firmado guiones para numerosos documentales.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No será que todas estas " vuestras verdades " no son tan ciertas.

Cuando el pueblo habla y ha hablado alto y claro y deja a la izquierda relegada a un segundo plano, no sera porque estais equivocados, porque esos culpables de las crisis, esas medidas salvadoras, etc....no son la realidad.

Quizas a los que normalmente escriben en este foro no seran los convencidos de estos principios, pero no os da por pensar.

Como aquel de la autovia que iba en sentido contrario, y oye por la radio que un conductor iba en sentido contrario, decia el ¿uno? no muchisimos, sin darse cuenta que el era el suicida.

Anónimo dijo...

Este analisis tan sesgado y esa fotografia indican el mal perder que teneis y que no os entaerais de lo que pasa en Europa. Seguid asi.

tecnologia dijo...

una visión muy particular, con la cual no se si estoy totalmente de acuerdo. Tuve que leerlo un par de veces.

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