9 de diciembre de 2008

Política

Cómo puede ser que en nuestro país la oposición jamás encuentre aceptable ningún proyecto que proponga el partido que está en el gobierno? Y no me refiero sólo al Partido Popular, sino en general a todos los partidos que no están en el poder, sea en los ayuntamientos, en las comunidades o en el gobierno central. De hecho no es que no estén de acuerdo con lo que se debate o propone, sino que afirman convencidos que es una solución tan estúpida, ignominiosa e ineficaz que en conciencia no les queda más remedio que pedir la dimisión en masa del gobierno o del consistorio, y quedan justificadas todas las descalificaciones e invalidadas las garantías democráticas que mantenían a esos gobernantes en el poder.

Quizá la causa de tamaña exageración se deba a la profunda falta de educación política que tenemos los españoles, comprensible y perdonable si tenemos en cuenta que por desgracia nuestro país cuenta con una historia democrática de apenas 30 años. No como otros países que ya llevan dos o tres o siete siglos, y que han tenido tiempo de aprender los secretos de la oratoria, de las estrategias políticas y del debate sin tener que recurrir a constantes descalificaciones totales que, bien lo saben, no conducen más que al descrédito de quien las practica. Porque ¿hay alguien que sin ser un fanático de esta oposición pueda admitir la verosimilitud de unas afirmaciones según las cuales todo, absolutamente todo lo que hace un gobierno esté no ya mal, sino extraordinariamente mal y que no admita jamás ni un resquicio para la duda?

No sé si deberíamos atrevernos a dar a los políticos un consejo en el sentido de que no fueran tan exagerados, ya que esta actitud permanentemente guerrera les hace menos convincentes, pero en todo caso sí deberíamos exigirles un poco más de respeto por los votantes, a los que a buen seguro no les gusta oír a todas horas que han votado a una persona o a unas personas que sólo merecen la descalificación y el insulto.

En estos tiempos en que tantos títulos y másters exige la empresa privada para cualquier puesto, tal vez convendría pensar en la creación de una carrera política, en la que los futuros servidores de la patria aprendieran, entre otras materias, el respeto a sus colegas y a los votantes. Lo cual nos permitiría desterrar para siempre el horror que nos producen sus inefables discursos atacando al contrario y enalteciéndose ellos a todas horas.
Rosa Regás

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