El 6 de diciembre de 1978 los españoles recuperamos nuestra democracia, perdida durante una intensa guerra civil y una extensa dictadura. De la mano de la democracia, recobramos también la dignidad, el orgullo de ser iguales en derechos a nuestros socios de los países desarrollados. Fuimos olvidando el slogan, utilizado en los años sesenta por el entonces ministerio de Información y Turismo, de «España es diferente», -¿no traslucía, acaso, otra lectura: «España es inferior»?- y enterramos un complejo arrastrado durante más de cuarenta años.
Desde la promulgación de nuestra Carta Magna hasta ahora, tres décadas después, nuestro país ha vivido el periodo más largo de convivencia, libertad, extensión de derechos civiles, progreso político, bienestar social y crecimiento económico. También, una etapa en la que nuestra proyección exterior ha crecido al ritmo de nuestros avances y logros, de modo que hace ya tiempo que dejamos de ser el farolillo rojo del continente europeo y un país prácticamente ignorado para el llamado «nuevo mundo».
Estos treinta años de Constitución que ahora celebramos pasarán a la historia, a los libros de texto de nuestros descendientes, como un espacio de tiempo trascendental para España y para todos los ciudadanos españoles. Como un quite a un raquítico pasado y un salto hacia el futuro de la humanidad.
No debemos ni queremos olvidar que en el treinta aniversario de la Constitución ese mundo del que formamos parte atraviesa por una importante crisis económica. Por eso, precisamente, éste es un momento clave para recordar que nuestra Carta Magna, nuestra norma básica de convivencia democrática, garantiza nuestras libertades y nuestros derechos, entre ellos los de corte social.
El cumplimiento del texto y del espíritu de la Constitución del 6 de diciembre de 1978 nos exige a todos -a los gobernantes, los primeros- salvaguardar en la mayor medida de lo posible el bienestar económico de los que menos tienen. De ahí que a ellos fundamentalmente estén dirigidas las medidas articuladas por el actual Gobierno socialista para que los problemas derivados de una coyuntural situación económica no recaigan sobre quienes más pueden perder en un escenario de dificultades.
Sus derechos sociales -sanidad, educación, pensiones, reinserción laboral- no deben ser recortados un ápice. Es un mandato de nuestra Constitución. Y quienes nos dedicamos a la política, entendida como servicio público, estamos dispuestos a ser fieles al texto que ha hecho posible la etapa más fecunda política y económicamente de nuestra historia.
Mariano Fernández Bermejo
2 comentarios:
Vuelve Rocamora y la Puerta Portillo a capitanear un barco que va a la deriva. ¡Olé por la nueva ejecutiva socialista!. Todo este tiempo el líder Del Amor no ha hecho nada más que escuchar psicofonías, y no a ejercer con fortaleza y mano firme una oposición auténtica; esas intervenciones en los plenos de asentimiento con el PP, con parcas palabras como: sí, pero..., han dejado en evidencia las fisuras del socialismo municipal. Con la vuelta de Rocamora and Company seguro que habrá una oposición sólida y activa; no débil y pasiva como la que ejerce Del Amor.
Quizás ya sea hora de otro pasito más... ¿no crees? Yo he escrito algo al respecto: 30 años y un día.
Salud compañero,
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