30 de junio de 2008

Pudimos

La selección española de fútbol se lo debía a la afición, a sí misma, a todo un país que durante dos semanas ha seguido como en estruendoso trance la progresión de un once que ha derrochado sabiduría, juego, voracidad de victoria, pero sobre todo convicción de que ésta era la buena; de que ni octavos, ni cuartos, ni penaltis, ni el sursum corda disfrazado de acorazado teutón, podía impedir que un domingo de calor en Viena, al cabo de 90 minutos de muy digna pelea -con nervio pero no nerviosa- contra un rival blindado de victorias, España se proclamara campeona de Europa de fútbol.

¿Fue bueno el partido? Sí, pero ¿es eso hoy tan importante? Fue como tenía que ser; una disputa ardua contra los chicos más desarrollados de su colegio, los que ganaban a los españoles en estatura, tríceps, capacidad pulmonar y levantamiento de pesas. Pero a lo que había que ganar era a fútbol, ese deporte trenzado de intuición e idea, que inventaron los ingleses para que lo elevaran a la filigrana brasileños y argentinos, y a su máxima rentabilidad profesional, los italianos; pero hoy, también, los españoles.

Un equipo, capitaneado por el formidable Iker Casillas, repleto de jugadores de clase, empezando por el sabio Xavi, inconmensurable ayer, aunque todos merecen ser citados; una selección que ha jugado con ansia de ganar, pero que deja la furia, el sambenito de otros tiempos, al Duque de Alba; que dibuja en el campo las veredas de la victoria con la misma inteligencia con que lo hacía en la caseta y el banquillo un veterano ex futbolista, que por la edad podría ser ya hasta posentrenador, Luis Aragonés, que mantuvo su decisión de dejar a Raúl en casa, y la calma frente a la polémica que ello desató.

Su personalidad estoica, medio huraña, acabó siendo decisiva en el triunfo europeo. Desde que se decidió por un patrón de juego, hace año y medio, no ha perdido ni un partido, y cierra esta fase final con tantas victorias, seis, como encuentros disputados, y con 12 goles a favor, cuatro de ellos de Villa, máximo goleador del torneo, por sólo tres en contra: todo un récord.

España ha experimentado un progreso extraordinario en casi todos los deportes, atletismo, baloncesto, tenis, golf, ciclismo; pero faltaba el fútbol. España demostró ayer que el jugador inglés Gary Lineker se equivocaba cuando decía que el fútbol era un deporte de 11 contra 11 y en el que al final siempre ganan los alemanes.

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