3 de abril de 2008

De espaldas a la realidad

El día 9 de marzo este país, este pueblo llamado España, daba toda una lección de comportamiento democrático votando masivamente a favor, como decía la canción de los artistas vagos, de la alegría, de la tolerancia, del diálogo entre diferentes para comprenderse mejor, de la extensión de derechos en busca de la deseada igualdad a todos los niveles y efectos...; y lo hacían en contra de la exageración como arma política, de la descalificación personal como argumento, de los nacionalismos excluyentes de cualquier índole, del integrismo No quiero ser prolijo en describir qué votó la ciudadanía, pues todos somos capaces de acercarnos a los resultados electorales, si lo hacemos desprovistos de prejuicios en razón de nuestras creencias o ideologías, y coincidir en que una vez más el pueblo español ha acertado en elegir aquello que más le conviene y en que el PSOE, como dice nuestro secretario general, Zapatero, es el partido que más se parece a España o, cuanto menos, mejor analiza nuestra realidad social.

En Murcia el resultado ha sido más que elocuente y de todos es sabido: 29 puntos separan al PP y al PSRM, en los peores resultados que este último ha conseguido a lo largo de la historia democrática reciente y en unas elecciones en las que a nivel nacional ha aumentado la diferencia, en relación a comicios anteriores, entre PSOE y PP a favor del primero y por ello en un contexto favorable para la mejora de los resultados electorales del PSRM-PSOE.

Desde la privilegiada atalaya que me confiere mi experiencia acumulada en otros tiempos, de estar cerca de la política, aunque no dentro, y de no ejercer ninguna responsabilidad ni orgánica ni institucional, ni aspirar a ello, quiero, sin querer agotar las razones que expliquen nuestros resultados y que siempre serán complejas, aportar algún punto de vista acerca de algunas razones que a mí me parecen importantes de por qué hemos cosechado tan pésimos resultados. En concreto me centraré en la soledad en la que parece moverse hoy la clase dirigente socialista.

El PSRM-PSOE no es capaz de articular un discurso coherente y claro que sea la expresión de un proyecto que, siendo autónomo y elaborado para la defensa de los intereses de los murcianos, sea capaz de recoger las contribuciones que los pensadores contemporáneos progresistas aportan para conformar el cuerpo doctrinal de la izquierda moderna, adaptando estas contribuciones a la realidad social murciana. No somos capaces de analizar correctamente los deseos e intereses de los habitantes de nuestra Región y darles solución desde una perspectiva progresista, alejada de estereotipos viejos y de fórmulas caducas; nuestro discurso no pasa de utilizar tópicos muy manidos y usados, que suenan al pasado. Murcia ha cambiado y no poco en sus estructuras sociales, en sus modos de producción, en la realidad social, en los sectores productivos emergentes, en la solución de algunos de sus problemas y en la aparición de otros nuevos y ello, al menos en parte, fue por la acción de la denostada, especialmente por nuestros propios compañeros, generación política de la que formo parte y que obtuvo cuatro mayorías absolutas para el Partido Socialista. Es evidente que la edad física y la política no tienen nada que ver.

Y si es grave que estemos a espaldas de nuestra realidad social, aún lo es más que nuestra clase dirigente se encuentre lejos de las bases del propio partido. Tenemos una organización desmotivada en la que existe demasiada distancia entre lo que las cúpulas directivas deciden y lo que las bases piensan. En mi partido, frente a la opinión que teníamos y tenemos algunos, se siguen manteniendo estructuras oligárquicas y viejas, alejadas no sólo de lo que opinan nuestro afiliados, sino de cómo lo hacen nuestros votantes y la sociedad murciana en general. Los valores que hoy imperan en nuestro partido (miedo a manifestar libremente nuestras opiniones porque enfadan a nuestros dirigentes y ello es motivo de alguna que otra represalia, cultivo del personalismo o «el jefe siempre tiene razón», carencia de debate político que permita abrir nuestras puertas a otras contribuciones que oxigenen nuestro discurso, decisiones unipersonales o poco menos, demasiada profesionalización política, ) no tienen nada que ver con los valores de una sociedad moderna que está alejada de los políticos mesiánicos que no reconocen errores, que tienen solución para todo, que toman decisiones en función de intereses partidistas cuando no personales y que, alejados de la más elemental ética cívica, no saben asumir responsabilidades. Probablemente haya que retomar el concepto de «renovación», que tan mal ha sido interpretado y realizado por los diversos dirigentes que hemos tenido últimamente y que no han sido capaces de sacar a la izquierda regional del ostracismo político y que no han hecho más que perder influencia política y social, encerrados en un mundo que no se parece en nada al real.

Y a la vista de lo que uno lee y oye, no parece que los pésimos resultados obtenidos en estas elecciones, que vienen a sumarse a los más que malos obtenidos en las pasadas elecciones municipales y autonómicas, vayan a producir algún revulsivo en una dirección que ha sido superada por la realidad social. No se oyen voces que, desde dentro de la clase dirigente, apunten hacia la asunción de responsabilidades, hacia la necesidad de producir cambios profundos, hacia la conveniencia de abrir un debate tranquilo y abierto para analizar seriamente las razones que nos han llevado a la actual situación y dar soluciones. Todo se reduce a esconderse tras una serie de argumentos banales (la herencia recibida, los medios de comunicación adversos, la necesidad de «sostenella y no enmendalla» porque es lo ¿mejor? ), a silenciar las voces más o menos discrepantes pues no parece tener intención de convocar un Comité Regional para analizar los resultados como siempre se ha hecho y a poner como prioridad los intereses personales de la mencionada clase dirigente para mantenerse como tal convocando un Congreso aprisa y corriendo. Lamentablemente se siguen haciendo las mismas cosas y ejerciendo las mismas prácticas que tanto hemos criticado en otros tiempos, incluidos algunos de los actuales dirigentes.

¿Cómo vamos a avanzar política, social y electoralmente si estamos tan de espaldas a la realidad social murciana?. Lo peor que nos puede ocurrir es hacer de don Tancredo y creer que esto no va con nosotros y que aquí no ha pasado nada; algunos podrán ganar todos los congresos que quieran pero si siguen por este camino no ganarán unas elecciones nunca. Tómense las decisiones que se quieran pero lo peor que podría ocurrir es que se tomen aquellas que no coincidan ni con las ilusiones de las bases del partido, ni con los deseos de nuestros votantes, ni con las necesidades de nuestros ciudadanos, razón única de ser de un partido político.

Enrique Amat, militante del PSRM-PSOE, ha sido secretario general del partido, diputado y vicepresidente del Gobierno regional.

laverdad.es

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