21 de septiembre de 2007

La envidia, no el odio, mató a Lorca


«No anuncié mi llegada y me presenté en su despacho. No sabía lo que iba a ocurrir. Yo tenía 28 años y él 64. Le encontré detrás de una mesa, en el Instituto Balmes, un centro que pertenecía al Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Le conté quién era y cuáles eran mis propósitos. Me miró a los ojos y dijo: 'Es usted la segunda persona que tiene cojones de hablar conmigo cara a cara'».

Así recuerda el hispanista Ian Gibson (Dublín, 1939) su primer encuentro en 1967 con Ramón Ruiz Alonso, el hombre que persiguió, acosó y detuvo al poeta Federico García Lorca, fusilado el 19 de agosto de 1936 en un olivar cerca de Víznar (Granada), tres días después de que lo llevaran al Gobierno Civil.

«Era un tipo fanfarrón, enfático, un fascista furibundo y vehemente, de esos que asocian el pensamiento de izquierdas con la destrucción de España», afirmó Gibson, quien ha reconstruido la vida de este sujeto en El hombre que detuvo a García Lorca (Aguilar).

Alguien en Granada, durante los años sesenta, le sopló al historiador que Ruiz Alonso estaba trabajando en el Instituto Balmes de Madrid. No se lo pensó dos veces y fue a verle. ««Me dijo que era católico, que no había matado a nadie y que tuvo que detener a García Lorca porque le ordenaron que lo hiciera», explica Gibson, quien asegura que el protagonista de su libro le mintió.

«He contrastado otros muchos testimonios y lo cierto es que este hombre odiaba a Lorca porque era homosexual y porque pensaba que era un rojo vendido a los intereses de Moscú. Aunque lo determinante fue la envidia que tenía hacia su figura. Una persona sí puede justificar un asesinato por el odio, pero si se trata de la envidia no lo va a reconocer. También es posible que quisiera perjudicar a los hermanos Rosales. Eran falangistas, escondieron a Lorca en su casa, y Ruiz Alonso estaba resentido con la Falange. Sus miembros nunca le aceptaron».

Perteneciente a una clase media venida a menos, Ruiz Alonso tuvo una vida política intensa. Fue parlamentario de la CEDA entre 1933 y 1936, escribió numerosos artículos periodísticos y dejó un libro, Corporativismo, donde refleja su ideario fascista. Gibson le ha seguido los pasos desde que era alumno de los Salesianos en Salamanca hasta su intervención directa en la detención y fusilamiento del poeta granadino. «Al morir Franco se marchó a Estados Unidos. Intuía que le iban a acosar para que contara con pelos y señales lo que ocurrió y se borró del mapa». El hispanista supo que había vivido en Las Vegas con una de sus hijas, Mari Juli, pero no pudo averiguar mucho más.

Hijas famosas
Ruiz Alonso tuvo cuatro hijas, tres de ellas actrices famosas: Emma Penella (fallecida recientemente), Elisa Montes y Terele Pávez. «Ninguna de las tres han querido contar nada», se lamenta el autor de Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca. «Las escribí varias veces, pero el silencio ha sido sepulcral».

Uno de los aspectos en los que incide el volumen es en el contexto en el que se desarrollan los acontecimientos. «Estuve consultando los archivos de los periódicos Ideal y El Defensor de Granada», comenta el historiador. «Cada uno de ellos, en los tiempos de la República, representaban dos ideologías, dos mundos contrapuestos en el bullir diario de una ciudad... Leyendo detenidamente estos dos periódicos se da uno cuenta de que la convivencia en aquella España era tremendamente difícil».

Gibson tuvo cuatro encuentros con Ruiz Alonso. El último fue el más tenso. Alonso descubrió la grabadora que llevaba oculta el hispanista. Esto le enfadó, pero lo que le puso furioso fue cuando Gibson le dijo que un historiador francés había comentado que era homosexual y que esa era la razón -al no asumirlo- de que tuviera tanta aversión a los homosexuales. «¿Que me traiga ese historiador a su mujer y a sus hijas; le voy a demostrar lo maricón que soy!», le respondió a gritos. Instantes después expulsó a Gibson de su despacho.

Tomás García Yebra - laverdad.es

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