Mayte Gómez Aranda, ama de casa murciana, le espetó a Mariano Rajoy, a las 11 y media de la noche: “Me ha dejado perpleja”. El programa de TVE de los ciudadanos, donde compareció esta noche el líder del PP fue un claro exponente de hasta qué punto hay demasiada gente que tiene muchas cuentas pendientes con la derecha de este país. Demasiada, claro está, desde la lógica de los intereses electorales de esa derecha.
Incluso algunas de las reflexiones de participantes en el foro Tengo una pregunta para usted -personas que se declararon votantes del PP, o que parecía que lo fueran- se convirtieron en un problema para Rajoy. Una mujer que vive con su familia en las Baleares se quejó de que allí la enseñanza en catalán estuviera muy por encima de la enseñanza en castellano.
Las Baleares
Si lo hubiera dicho una residente en Cataluña, el paseo de Rajoy habría sido triunfal, al menos para los televidentes populares o próximos al PP. Pero resulta que hasta ahora, y salvo una legislatura, entre 1999 y 2003, quienes han venido administrando el Gobierno autonómico son políticos del PP. O sea, que Rajoy tuvo que predicar la doctrina que su partido no cumple en las Baleares. Evitó cualquier crítica a Jaume Matas, pero -para desgracia suya- la ciudadanía ni es ignorante ni es necia.
Un PP moderado
Es más, y como ha publicado elplural.com, la incorporación de la escritora Maria de la Pau Janer, incluida en lugar privilegiado en la lista de las autonómicas, refuerza el flanco digamos catalanista en el interior del PP balear. “Mi fichaje demuestra que Matas se desmarca del PP radical”, ha declarado Janer, advirtiendo además que “el de Matas es un PP moderado, abierto, que cree en la unidad de la lengua (catalana), que quiere contrarrestar los efectos tan negativos del PP en el resto del Estado”.
Sin fortuna
Tuvo suerte Rajoy de que nadie le inquiriera sobre las diferencias –que sin embargo no son tales en el capítulo de los escándalos urbanísticos- entre el PP de Matas y el PP suyo. Pero no le acompañó la fortuna con otra pregunta proveniente de una señora afín. Planteó una verdad de Perogrullo. Vino a decir más o menos que siendo como es Alberto Ruiz Gallardón el más ducho en conseguir amplias mayorías, ¿por qué no se presenta él en lugar de Vd. a las elecciones generales?
Otro motivo de discordia
Respondió como pudo Rajoy -quien tuvo que estar casi todo el tiempo a la defensiva, achicando balones y pronunciando una y otra vez los apellidos De Juana Chaos, como si fuera un talismán- pero la sombra de Gallardón, al que elogió, se proyectó con gran intensidad. He aquí, otro motivo de discordia, y para los halcones de cisma. Basta con leer en El Mundo de ayer la columna de Losantos, el gurú radiofónico de la derecha: “Al día siguiente del advenimiento gallardonista habría revuelta de notables, rebelión de las bases y, muy probablemente, un partido serio a la derecha del PP”.
Aluvión de preguntas
Rajoy aguantó al máximo, y con temple, el aluvión de preguntas incisivas, con repreguntas más incisivas aún. Tenía delante la España real, que no es la España del PP y tampoco la del PSOE. La composición de los asistentes –elegidos con similares criterios demoscópicos- era el reflejo, como mínimo, del Congreso de los Diputados actual y, casi sin duda alguna, de las encuestas más solventes de estos días. Y, en el Congreso, de acuerdo con el veredicto de las urnas de 2004, José Luis Rodríguez Zapatero mantiene una potente mayoría fáctica, precisamente enfrentada a la derecha extrema en la que se mueve Rajoy.
Obsesión genovesa
La obsesión genovesa de negar esta evidencia explica muchas de las crecientes intranquilidades que acechan ahora mismo a la derecha. No es un mano a mano PSOE-PP. Es la batalla -cada vez más perdida- del PP contra el PSOE y todos sus aliados que arropan en las cuestiones esenciales de esta legislatura a Zapatero. No entender esta circunstancia sobresaliente es no entender nada. Lo que le ocurrió anoche a Rajoy.
Un táctico
Al líder del PP le gusta el regate corto. Pero le falta fondo para imponer su juego. No es un estratega. Es un táctico, que se fía en exceso de sus habilidades de polemista de café o de casino provinciano. Introduce chanzas y chascarrillos. Pero ha de acabar acogiéndose a las trampas dialécticas, a eludir las cuestiones que se le formulan o a la demagogia de vendedor de humo.
Con el agua al cuello
Naufragó cuando empezaron las diatribas sobre las mentiras del 11-M y hasta el muy pillo o el muy cobarde subrayó que él “no estaba en el Gobierno cuando se produjeron los hechos”. Siguió teniendo el agua al cuello con la guerra de Irak; el maldito Estatuto de Cataluña, del cual sólo aportó la acusación de que los tenderos han de rotular sus establecimientos en catalán, ¡menuda ruptura de España!; las banderas del facherío, o sea las preconstitucionales; la quiebra del consenso en la lucha contra el terrorismo, la insoportable crispación y, en fin, de un modo u otro, todos esos temas que –como el matrimonio entre homosexuales, por ejemplo- encrespan al PP.
La suma de los lectores…
En fin, Rajoy perdió anoche otra oportunidad de tender puentes, de pedir disculpas y de evitar las mentiras como sistemático instrumento político. Dijo que su manifestación, la penúltima antes de la de Navarra, fue maravillosa. Pudo ser maravillosa pero estuvo ubicada en las antípodas de lo que piensa el conjunto de la opinión pública. Que, por fortuna, es bastante más amplia que la suma de los lectores de El Mundo, La Razón y ABC y los oyentes de la COPE.
Enriq Sopena
Incluso algunas de las reflexiones de participantes en el foro Tengo una pregunta para usted -personas que se declararon votantes del PP, o que parecía que lo fueran- se convirtieron en un problema para Rajoy. Una mujer que vive con su familia en las Baleares se quejó de que allí la enseñanza en catalán estuviera muy por encima de la enseñanza en castellano.
Las Baleares
Si lo hubiera dicho una residente en Cataluña, el paseo de Rajoy habría sido triunfal, al menos para los televidentes populares o próximos al PP. Pero resulta que hasta ahora, y salvo una legislatura, entre 1999 y 2003, quienes han venido administrando el Gobierno autonómico son políticos del PP. O sea, que Rajoy tuvo que predicar la doctrina que su partido no cumple en las Baleares. Evitó cualquier crítica a Jaume Matas, pero -para desgracia suya- la ciudadanía ni es ignorante ni es necia.
Un PP moderado
Es más, y como ha publicado elplural.com, la incorporación de la escritora Maria de la Pau Janer, incluida en lugar privilegiado en la lista de las autonómicas, refuerza el flanco digamos catalanista en el interior del PP balear. “Mi fichaje demuestra que Matas se desmarca del PP radical”, ha declarado Janer, advirtiendo además que “el de Matas es un PP moderado, abierto, que cree en la unidad de la lengua (catalana), que quiere contrarrestar los efectos tan negativos del PP en el resto del Estado”.
Sin fortuna
Tuvo suerte Rajoy de que nadie le inquiriera sobre las diferencias –que sin embargo no son tales en el capítulo de los escándalos urbanísticos- entre el PP de Matas y el PP suyo. Pero no le acompañó la fortuna con otra pregunta proveniente de una señora afín. Planteó una verdad de Perogrullo. Vino a decir más o menos que siendo como es Alberto Ruiz Gallardón el más ducho en conseguir amplias mayorías, ¿por qué no se presenta él en lugar de Vd. a las elecciones generales?
Otro motivo de discordia
Respondió como pudo Rajoy -quien tuvo que estar casi todo el tiempo a la defensiva, achicando balones y pronunciando una y otra vez los apellidos De Juana Chaos, como si fuera un talismán- pero la sombra de Gallardón, al que elogió, se proyectó con gran intensidad. He aquí, otro motivo de discordia, y para los halcones de cisma. Basta con leer en El Mundo de ayer la columna de Losantos, el gurú radiofónico de la derecha: “Al día siguiente del advenimiento gallardonista habría revuelta de notables, rebelión de las bases y, muy probablemente, un partido serio a la derecha del PP”.
Aluvión de preguntas
Rajoy aguantó al máximo, y con temple, el aluvión de preguntas incisivas, con repreguntas más incisivas aún. Tenía delante la España real, que no es la España del PP y tampoco la del PSOE. La composición de los asistentes –elegidos con similares criterios demoscópicos- era el reflejo, como mínimo, del Congreso de los Diputados actual y, casi sin duda alguna, de las encuestas más solventes de estos días. Y, en el Congreso, de acuerdo con el veredicto de las urnas de 2004, José Luis Rodríguez Zapatero mantiene una potente mayoría fáctica, precisamente enfrentada a la derecha extrema en la que se mueve Rajoy.
Obsesión genovesa
La obsesión genovesa de negar esta evidencia explica muchas de las crecientes intranquilidades que acechan ahora mismo a la derecha. No es un mano a mano PSOE-PP. Es la batalla -cada vez más perdida- del PP contra el PSOE y todos sus aliados que arropan en las cuestiones esenciales de esta legislatura a Zapatero. No entender esta circunstancia sobresaliente es no entender nada. Lo que le ocurrió anoche a Rajoy.
Un táctico
Al líder del PP le gusta el regate corto. Pero le falta fondo para imponer su juego. No es un estratega. Es un táctico, que se fía en exceso de sus habilidades de polemista de café o de casino provinciano. Introduce chanzas y chascarrillos. Pero ha de acabar acogiéndose a las trampas dialécticas, a eludir las cuestiones que se le formulan o a la demagogia de vendedor de humo.
Con el agua al cuello
Naufragó cuando empezaron las diatribas sobre las mentiras del 11-M y hasta el muy pillo o el muy cobarde subrayó que él “no estaba en el Gobierno cuando se produjeron los hechos”. Siguió teniendo el agua al cuello con la guerra de Irak; el maldito Estatuto de Cataluña, del cual sólo aportó la acusación de que los tenderos han de rotular sus establecimientos en catalán, ¡menuda ruptura de España!; las banderas del facherío, o sea las preconstitucionales; la quiebra del consenso en la lucha contra el terrorismo, la insoportable crispación y, en fin, de un modo u otro, todos esos temas que –como el matrimonio entre homosexuales, por ejemplo- encrespan al PP.
La suma de los lectores…
En fin, Rajoy perdió anoche otra oportunidad de tender puentes, de pedir disculpas y de evitar las mentiras como sistemático instrumento político. Dijo que su manifestación, la penúltima antes de la de Navarra, fue maravillosa. Pudo ser maravillosa pero estuvo ubicada en las antípodas de lo que piensa el conjunto de la opinión pública. Que, por fortuna, es bastante más amplia que la suma de los lectores de El Mundo, La Razón y ABC y los oyentes de la COPE.
Enriq Sopena
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