23 de marzo de 2007

Es mejor que Batasuna esté dentro que fuera de las elecciones

El fiscal general del Estado, Cándido Conde Pumpido, ha pedido en RNE un “cauce político” para que la izquierda abertzale pueda participar “pacíficamente en democracia”. Es ésta una reflexión sensata porque se basa en un dato de la realidad. Sucede que en Euskadi más de 150.000 personas, con oscilaciones al alza o a la baja -según las distintas coyunturas-, se identifican con Batasuna. O con las siglas que en cada momento la han representado o que da la impresión de que de alguna manera la representan. Y sucede además que este partido ilegalizado parece que viene intentado adecuarse a las exigencias de la democracia asumiendo el consiguiente respeto al Estado de Derecho. En este sentido, sólo le falta proclamar con claridad su rechazo y su condena a la violencia.

Aunque en este punto clave el mundo abertzale ha avanzado con propuestas y reflexiones muy distintas a las suyas habituales, lo cierto es que Otegi –como líder de esta formación- no ha llegado aún a condenar los atentados terroristas. Todo indica que nos encontramos en una situación límite y, sin duda, decisiva. Dentro de un par de meses se celebrarán las elecciones municipales y, en Navarra, las autonómicas. Si Batasuna consigue acceder a la legalidad, no debe descartarse que detrás venga –de un modo u otro- el adiós a las armas por parte de ETA.

Que no se cuele Batasuna
Los partidarios de cerrar todas las puertas y ventanas para impedir que se cuele Batasuna en los próximos comicios han vuelto a su indignación habitual, después que el miércoles a última hora de la tarde la Fiscalía retirara la acusación que pesaba sobre Otegi y fuera absuelto, por consiguiente, de otro de los juicios en la Audiencia Nacional de los que tiene o tenía pendientes. ¿Enalteció Otegi el terrorismo al elogiar públicamente a la etarra Olaia Castresana, quien había fallecido mientras preparaba una bomba en julio de 2001? ¿Habló Otegi durante el sepelio de Castresana, en medio de “emociones desbordadas” y no hizo apología del terrorismo, aunque elogiara la ideología común a ETA, Batasuna y aun otros grupos políticos vascos de carácter independentista? La ley no prohíbe predicar en favor del independentismo vasco. Lo que sí prohíbe es matar o fomentar que se mate por defender ésta o por cualquier otra ideología o doctrina política.

Ganar a cualquier precio
No hay respuesta inequívoca a los anteriores interrogantes jurídicos. Las leyes están para cumplirse pero son los fiscales y los jueces quienes las interpretan teniendo en cuenta siempre el aquí y ahora. O sea, el hecho y su contexto. Esto es una verdad de Perogrullo que entiende cualquier ciudadano con un mínimo de cordura o de sentido común. Lamentablemente, se trata de dos virtudes que no forman parte –desde hace ya demasiado tiempo- del acerbo colectivo de la derecha española, salvo excepciones tan contadas como beneméritas.
La estrategia del PP no se centra en procurar –con todas las cautelas y las prudencias exigibles- que acabe pacíficamente el terrorismo de ETA. Están en otra cosa: desalojar cuanto antes a Zapatero de La Moncloa y ganar en las urnas. Si no se tiene en cuenta esta cuestión, no se comprende apenas nada de lo que está aconteciendo en España en relación al terrorismo.

Riesgo
¿Hay riesgos legalizando a Batasuna a poco que se acerque más y más a la frontera del repudio a la violencia, hasta quedarse en el borde o rebasarla siquiera unos centímetros? Obviamente, sí. A lo largo de varias décadas, ETA asesinaba, secuestraba y amenazaba, mientras Batasuna intentaba –como mínimo- justificar lo injustificable. Puede ser legalizada de nuevo y puede que tornemos a los horripilantes episodios de antaño. Pero hay que tener en cuenta que, hoy por hoy, y desde hace unos cuatro años ETA ha dejado de matar de forma sistemática, reiterada y con objetivos personalizados, lo que no aminora, en efecto, su responsabilidad en las dos muertes del 30 de diciembre pasado y la posterior como consecuencia de un acto de kale-Borroka.

Mejor dentro que fuera
En todo caso, cabría plantear el problema al revés. En primer lugar, a partir de la hipótesis –perfectamente verosímil- de que Batasuna sí haga suyo el código democrático y se dedique a la política y no a jalear las salvajadas. Y, en segundo lugar –en absoluto deseable-, que ETA regresara a la muerte como antaño, con Batasuna legalizada o sin legalizar. Es por todo ello que creo firmemente que tiene mucha razón el fiscal general del Estado en orden a propiciar un cauce político para Batasuna.
Es mejor que esté dentro que no fuera. ¿Qué hacemos, mientras tanto, con los 150.000 vascos que apoyan a ETA y a Batasuna? ¿Piensan en serio el sheriff Rajoy y su ayudante Acebes que podrán meter a todos ellos en la cárcel?
¡Ya está bien de necedades y, más aún, de provocaciones ultamontanas!

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