Si leemos el proceso de paz como un juego entre dos bandos, cada uno con moderados y radicales (o spoilers) en sus filas, debemos reflexionar y depurar responsabilidades a raíz de una conclusión ineludible. Teniendo en cuenta el análisis del profesor Sánchez-Cuenca, donde apunta a la posible victoria de los spoilers de ETA frente a los moderados, cabría preguntarse qué ha sucedido en el otro lado: el Estado. Normalmente, el actor que representa al Estado en este tipo de procesos es el Gobierno con el apoyo de la oposición. No obstante, lo característico de esta tregua ha sido que el Estado no fue un actor unitario. El principal partido de la oposición prefirió utilizar la política antiterrorista como baza electoral y en lugar de apoyar el liderazgo del Gobierno se transformó en una segunda voz que interrumpía, presionaba y confundía a la ciudadanía respecto al contenido y a los tiempos del proceso.
Así, desde su inicio, el poder de negociación del Estado mostraba síntomas de debilidad. Un breve repaso a las hemerotecas demuestra que el PP ha jugado el papel de duros insinuando a su vez que los blandos eran los del Gobierno. De ahí la polémica sobre la cesión de Navarra u otro tipo de falsedades. Una de las consecuencias de esta configuración de actores es que el Gobierno se vio limitado en su margen de maniobra para la negociación con los moderados de ETA, complicando un acuerdo que abriera el camino hacia la paz.
Con los spoilers del PP tensando la cuerda hasta el límite, el Gobierno fue incapaz de generar incentivos para que los moderados del bando etarra se impusieran frente a sus radicales. Sin necesidad de pagar un precio político, probablemente el Gobierno con apoyo de la oposición hubiera tenido más herramientas para conducir el proceso con éxito. ¿Cómo se hubiera comportado un Gobierno del PP en un mismo escenario? Lo más probable es que hubiese abierto la mano mucho más de lo que lo ha hecho el Gobierno en esta ocasión. Lo hizo ya en la anterior tregua con acercamiento de presos o con el famoso reconocimiento al MLN Vasco. ETA es sin duda la principal responsable del fracaso del proceso, sencillamente por ser quien violenta la convivencia de los españoles. Pero los políticos, a través del uso del palo y la zanahoria, son quienes condicionan las posibilidades de alcanzar la paz.
Así, desde su inicio, el poder de negociación del Estado mostraba síntomas de debilidad. Un breve repaso a las hemerotecas demuestra que el PP ha jugado el papel de duros insinuando a su vez que los blandos eran los del Gobierno. De ahí la polémica sobre la cesión de Navarra u otro tipo de falsedades. Una de las consecuencias de esta configuración de actores es que el Gobierno se vio limitado en su margen de maniobra para la negociación con los moderados de ETA, complicando un acuerdo que abriera el camino hacia la paz.
Con los spoilers del PP tensando la cuerda hasta el límite, el Gobierno fue incapaz de generar incentivos para que los moderados del bando etarra se impusieran frente a sus radicales. Sin necesidad de pagar un precio político, probablemente el Gobierno con apoyo de la oposición hubiera tenido más herramientas para conducir el proceso con éxito. ¿Cómo se hubiera comportado un Gobierno del PP en un mismo escenario? Lo más probable es que hubiese abierto la mano mucho más de lo que lo ha hecho el Gobierno en esta ocasión. Lo hizo ya en la anterior tregua con acercamiento de presos o con el famoso reconocimiento al MLN Vasco. ETA es sin duda la principal responsable del fracaso del proceso, sencillamente por ser quien violenta la convivencia de los españoles. Pero los políticos, a través del uso del palo y la zanahoria, son quienes condicionan las posibilidades de alcanzar la paz.
Sebastián Lavezzolo
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