9 de enero de 2007

El Pacto por las Libertades señala que debe eliminarse de la confrontación política la lucha antiterrorista

La derecha ha hecho del Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, suscrito hace seis años y un mes por el PP –entonces en el Gobierno- y por el PSOE, un fetiche con poderes sobrenaturales, capaz de erradicar de forma definitiva la violencia de carácter político. Aquel proyecto de Zapatero que fue recibido por Rajoy, a la sazón vicepresidente primero, con un exabrupto pretendidamente gracioso –“es el último conejo que se ha sacado el señor Zapatero de su chistera”- se ha transformado, con el paso del tiempo, en una especie de brazo incorrupto de Santa Teresa, presto a todo tipo de milagros, aunque no consiguiera devolverle la salud al dictador, quien sentía una gran devoción por tan macabra reliquia.
Ayer, tras su entrevista/sorpresa en Moncloa, Rajoy se aferró de nuevo al Pacto, o se escondió debajo de él, como si fuera casi el único instrumento para terminar con el terrorismo. Todas las voces conservadoras hablan siempre de ese Pacto con fascinación sin igual. Poco antes del pronunciamiento del jefe del PP, Zaplana dijo en Telecinco que su partido deseaba volver “sin ningún tipo de reservas al Pacto Antiterrorista”. Esas voces se encargan, cada dos por tres, de difundir que ha sido el Gobierno del PSOE el que se ha cargado el invento, olvidando que Aznar prescindió olímpicamente del Pacto, a raíz nada menos que del mayor atentado (cerca de doscientos muertos) acaecido en España, el 11-M de 2004.
El artículo primero
Al margen del episodio reseñado –que nadie con dos dedos de frente se atrevería a catalogar de anecdótico-, conviene recordar el artículo primero del texto, como señaló en Los Desayunos de TVE Carme Chacón, vicepresidenta del Congreso de los Diputados y dirigente socialista. ¿Qué contiene tal artículo? “El terrorismo es un problema de Estado. Al Gobierno de España corresponde dirigir la lucha antiterrorista, pero combatir el terrorismo es una tarea que corresponde a todos los partidos políticos democráticos, estén en el Gobierno o en la oposición. Manifestamos nuestra voluntad de eliminar del ámbito de la legítima confrontación política o electoral entre nuestros dos partidos las políticas para acabar con el terrorismo”. Como es su deber El Gobierno, en efecto, dirige –como es su deber- la lucha contra el terror y procura que en este combate participen también “todos los partidos políticos democráticos, estén en el Gobierno o en la oposición”. Por lo demás, es una evidencia, sólo negada por los cínicos, que el PP ha incorporado al debate político y, por ende, electoral la confrontación, llevándola hasta extremos próximos a la exasperación o a la demagogia. ¿Quién, por consiguiente, ha venido haciendo caso omiso de uno de los preceptos más sustantivos del acuerdo del año 2000? ¿Quién en la práctica destruyó el Pacto? Penoso espectáculo
Rajoy permanece en su búnker.
En medio de una marejada de incertidumbre y de miedo, después de que ETA haya regresado a sus prácticas más repulsivas -con dos asesinatos encima de la mesa- la derecha prefiere pedir la dimisión de Zapatero que contribuir con su esfuerzo a un objetivo que es común. Obsesiva en sus fijaciones, ha resucitado el supuesto espantajo de ERC, mientras se rasgan las vestiduras por unas palabras desafortunadas de un dirigente republicano. Buscan excusas de mal pagador y pretextos fantasmagóricos para seguir azuzando al Gobierno en “un problema de Estado”. Penoso espectáculo, propio de zascandiles y no de estadistas.
Un buen lío
“Es posible derrotar a ETA sin pagar precio político”, proclamó minutos más tarde de ser recibido por Zapatero. ¿Qué precio político ha pagado este Gobierno? En El Periódico de Catalunya Rajoy declaró el otro día que “Zapatero dejó creer a ETA que obtendría un precio político”. Da tantas vueltas a sus fantasías que lleva camino de hacerse un buen lío. Ni en esta ocasión, a pesar de la estrepitosa fanfarria mediática que se ha montado contra Zapatero, ha logrado despegar Rajoy. Hasta las encuestas de sus medios más afines indican que su liderazgo continúa siendo frágil. Veremos qué ocurre Su pesadilla, a partir de la petición de Otegi a ETA, es que la banda rectifique públicamente. ¿Alguien le habrá explicado cómo fue el proceso de paz en el Ulster? Conviene que tome nota de los atentados del IRA en Londres, tras una tregua bastante larga. Y cómo, no obstante, llegó al fin la paz por la vía del diálogo. El presidente del Gobierno ha subrayado repetidamente que el proceso sería, largo, complicado y difícil. Veremos qué ocurre. Son comprensibles los nervios de Rajoy. Su futuro político está condicionado en exceso. Por un lado, sus halcones. Por el otro, ETA. Demasiado para el cuerpo.
Enriq Sopena

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