Un reportaje aparecido ayer en la prensa madrileña informaba de que el grueso de la inmigración irregular no llega en pateras ni en cayucos a nuestro país: lo hace tranquilamente por las fronteras terrestres y, sobre todo, por los grandes aeropuertos españoles. De hecho, cualquier persona de una nacionalidad que no requiera visado no encuentra obstáculo para ingresar en nuestro país como turista si acredita disponer de dinero -unos 300 euros-, y, en algunos casos, billete de vuelta y reserva de hotel. Por este medio, por ejemplo, ingresan en nuestro país unos 300 bolivianos al día (el doble o el triple según fuentes policiales), que, a poco de su entrada, trabajarán ya en cualquier sector de la economía sumergida.Es claro, en fin, que la inmensa mayoría de los inmigrantes irregulares que hay en nuestro país, y que según algunos cómputos llegaría al millón de personas, no ha entrado por mar, aparatosa y a veces trágicamente, sino en pateras virtuales e invisibles, por los procedimientos mencionados. Así las cosas, cabe concluir en que no habrá una verdadera y seria política de inmigración hasta que el enfoque oficial sea realista y no ceda a la demagogia. Si lo que se persigue es el control de los flujos de inmigrantes, no se puede limitar la respuesta del Estado a la inmigración que llega de África por Canarias o por el Sur de la Península.
Pedro Villalar
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