Me pregunto cuántas palizas electorales más necesitará el PSRM-PSOE para espabilar, qué delito han cometido sus militantes para purgar con el desánimo los yerros de su Ejecutiva, y qué ha de suceder -cuánto más- para que la dirección del partido corrija de una vez el rumbo que llevará a la organización, inevitablemente, a despeñarse.
Lo peor ya no está en la endogamia de las candidaturas ni en la renuncia a un debate de ideas, males que -aunque no sirva de consuelo-, afligen por igual a todos los partidos. Si a los comicios de mayo pasado el PSRM se presentó con una lista para perder, esta vez comparecerá con una candidatura abocada al suicidio electoral. La encabeza María González-Veracruz, puesta ahí para evitar un pulso fratricida entre Pedro Saura y Rafael González Tovar (su padre) y porque -digámoslo sin tapujos- es una mujer, y Rubalcaba tiene dicho que quiere mujeres en las listas. De número dos va Pedro Saura, el secretario general más denostado en la historia reciente del partido y el candidato que más veces ha perdido; también, por cierto, el dirigente que tras el último descalabro anunció que daría un paso atrás y ahora, lejos de cumplir ejemplarmente su palabra, se pone de nuevo al frente. Y para el Senado rescata la Ejecutiva a Ramón Ortiz, un buen político, que sin embargo encarna el pasado.
Estamos, otra vez, ante una candidatura para perder. Me pregunto por qué se obstina la Ejecutiva en su error, a qué propósito responde y qué ofrece esta lista al electorado para empezar a remontar unos resultados que son -recuérdese- los peores del socialismo en España. Pero en realidad me hago una pregunta con trampa, porque no tiene respuesta. O quizá sí, aunque se me antoja imperdonable desde un punto de vista democrático: quienes han urdido la componenda solo buscan mantenerse cuatro años más en la política, en absoluto lo mejor para su partido. De lo contrario, no llevaría en puesto de salida a Pedro Saura, que es la cara del perdedor.
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