La angustia es un
estado afectivo de carácter penoso que se caracteriza por aparecer como
reacción ante un peligro desconocido o impresión. Suele estar acompañado
por intenso malestar psicológico y por pequeñas alteraciones en el
organismo, tales como elevación del ritmo cardíaco, temblores,
sudoración excesiva, sensación de opresión en el pecho o de falta de
aire (de hecho, “angustia” se refiere a “angostamiento”)
De un tiempo para acá cada vez somos más los ciudadanos que nos sentimos así.
Incertidumbre es la falta de certidumbre que es sinónimo de certeza: Conocimiento seguro y claro de algo.
Soy
absolutamente consciente que en los tiempos, malos tiempos, que nos
está tocando vivir, tener la certeza de algo es cuasi imposible. Una
utopía que ni al mismísimo Tomás Moro se le habría ocurrido, pero no es
menos cierto que el levantarse todos los días con esa eterna duda de lo
que va a ocurrir con tu futuro laboral más inmediato es un castigo machacante que ni un mal mobbing provoca.
Quedar en manos de las decisiones de unos pocos que afecta a tantos
no puede ser asumido desde la normalidad que da el simple raciocinio de
las cosas. Se decide sobre el porvenir de demasiados que afectará a
muchísimos otros. Más grave es cuando sabes que tú trabajo los has
cumplido con creces y bien y que los causantes del desastre
actual viven en un mundo irreal de opulencia que insulta nuestra
inteligencia, menoscaba nuestra moral y nos hace sentirnos puras mierdas sabedores de los grandes problemas que tendremos para regresar al mundo laboral con dignidad. Con un mínimo de dignidad.
Hablar de recortes por aquí y allí, observar como se nos utiliza, como se nos engaña, utiliza, menosprecia y humilla solo
va a servir, en mi caso y espero que en el de muchos más, como estilete
y ataque frontal y sin compasión hasta que la fuerza física y mental
nos acompañe contra esos que han jugado vilmente con nosotros. Observar
como personas de bien son desahuciadas por esos bancos que son rescatados con impunidad o como familias viven –malviven- gracias a organizaciones benéficas es denigrante. Observar como eres
un delincuente por robar una barra de pan para alimentar a tú familia
mientras otros están en la calle por comprarse, por ejemplo, un palacio
en Pedralbes… u otro viaja con “su amigo” a hoteles de lujo en Puerto Banus con cargo al bolsillo de todos son muestra clara de donde estamos y quienes somos, ellos y nosotros.
Quizá
mis palabras suenen duras o un lamento en alto, me es indiferente.
Tengo derecho a clamar mi indignación y a rebelarme contra un destino
impuesto por puros incompetentes vendidos a los mercados y al capital.
Váyanse a la mierda porque ese es su sitio.
1 comentario:
Eso mismo ya lo escribí hace unas semanas. Al final, el sentimiento es el mismo y la sensación de impotencia, compartida.
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